jueves, 4 de diciembre de 2014

Lágrimas en la soledad

LÁGRIMAS EN LA SOLEDAD
Desperté en mitad de la noche. Asustada. Tenía miedo, miedo a dormir para nunca más despertar, miedo a irme sin decir adiós. En fin, horribles presagios que acabaron por hacerme perder el sueño y la calma. Terrores que me hicieron romper a llorar sin más motivo. Y otro de mis temores se cumplió; me encontré sola, con la dolorosa compañía de mis lágrimas derramadas por la falta de cordura, que aunque parezca imposible llegar a estar loco, puede pasar. Cada día, los acontecimientos te superan, todo a tu alrededor parece querer matarte. Y luego, todo se tornó efímero; tus amistades, tus amoríos… Tu felicidad.
Fui presa entonces de un sentimiento de libertad repentino. Una idea cruzó mi trastornada mente como un rayo. ¿Por qué estar tan vacía teniendo fuera un mundo tan lleno de vida?
Cruce entonces el marco de la puerta. Guiada por una locura, guiada por la estela de una estrella fugaz que me llevaría a un fatal desenlace.
Vestida únicamente con mi camisón bordado empecé a caminar. La madera crujía bajo mis pies. A cada paso que daba me sentía más y más feliz. Mi mirada era vacua. Mi semblante serio. Mi sonrisa completamente forzada.
Llegué entonces al porche. Donde por primera vez dudé, pero proseguí mi marcha. El rocío de la madrugada me empapaba los pies descalzos, y el frío terminó por apoderarse de mi cuerpo. Haciéndome sufrir escalofríos, haciéndome temblar como una hoja. Así era de vulnerable.
Sentí el mundo bajo mi piel como nunca antes lo había hecho. Noté la elegante luna observándome desde su lugar en el cielo, y cada uno de las lejanas bolas de luz que brillaban a su alrededor se me asemejaron a las mil razones por las que estaba haciendo lo que hacia.
Corrí entonces, casi volando, con la soltura de una gacela. Con la belleza de un hada. Con la simpleza de la nada.
¿Alcanzaría de esta manera la felicidad que tanto buscaba? ¿Sería demasiado cobarde haciéndolo? Era el camino más fácil…
Faltaba poco para llegar al lugar. Apenas unos metros. Apenas unos minutos más, o viéndolo de otro modo; unos minutos menos en la vida.
El camino que estaba recorriendo,  el sendero de aquel frondoso bosque, insignificante, lleno de ortigas y zarzas,  me recordaba al trance que estaba atravesando en mi vida, la diferencia es que las espinas se clavaban superficialmente y no en el alma.
Me sentí tremendamente pequeña frente todo lo que había a mi alrededor. Tremendamente inferior.
Anhelé haber planificado más la salida…ropa de abrigo y unos zapatos no habrían venido mal, pero el impulso me llevó hasta donde me llevó sin pensarlo…¿Qué más da? A partir de aquel momento todo cambiaría para siempre…no más sufrimiento; no más dramas.
Por fin había llegado. Golpeé suavemente y esperé. Me lancé como llevaba años pensando hacerlo. Quizá esto me mataba, o me daría la vida.
Oscuridad.
Espera.
Segundos que se hacen eternos.
Vacío.
Soledad.
Luz.
Por fin la puerta se abrió, y me tiré como tantas veces lo había imaginado a los brazos de la persona que se encontraba al otro lado, me devolvió el abrazo.
Y en esa muestra de inminente cariño le susurré:
-Nunca más me separaré de ti. Nunca debí hacerlo.
Y después, tras respirar profundamente:
-Te quiero, hermana.


“Dicen que los amigos son lo segundo más preciado que se tiene. Primero los hermanos; amigos con un lazo mucho más fuerte. Amigos que nunca deben separarse. Amigos que en las buenas tal vez no estén, pero en las malas no nos abandonan. Amigos con mayúsculas.”
Ella recibió las palabras con una sonrisa y me dijo también que me había echado de menos.
¿Cómo pude enloquecer tanto como para estar años separada de mi razón de felicidad?
A partir de ahora, quemando una página antigua, con miles de hojas nuevas, blancas. Y miles de promesas que esta vez si que se cumplirán. Y de “te quiero” que se dicen sin hablar, simplemente con los hechos, con los abrazos, con las burlas, las bromas y las trastadas. Porque antes que decir está demostrar.
Y antes que ser amado estar saber amar.




Este fue un relato escrito hace tiempo el cual quedó finalista en un concurso. Lo encontré y decidí publicarlo. Aunque no me enorgullezco demasiado de el.

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