que se mueven bajo los párpados
buscando la luz.
Una voz tenue
y rota como las medias que lleva
una niña bajo la falda del uniforme;
que en plena carrera
se suma el cuento chino
de la Cenicienta...
para romperse más.
Quizás no es todo
quien mueve los hilos,
sino quien los engancha
y tira del indicado,
y provoca una herida abierta
muy difícil de coser.
Mejor cogerlas
y a la basura.
Nos quedan
muchas más medias
por poner.
Un calor sincero
que al evocarse el recuerdo
de una boca
cae como un balazo
en pecho izquierdo.
Como un infarto
o taquicardia
y un agujero
en otro par de medias.
Y de nada sirven
los remiendos
cuando las piernas se encaprichan
del suelo que pisan
y la astilla que las atrapa.
Ni la poesía sirve
para darle un par de puntadas
o unos puntos
suspensivos
al cuento chino
de las medias estropeadas
de otra Cenicienta estúpida
cuando se enamora
de un trozo roto