domingo, 6 de marzo de 2016

Poema a mi desconocido.

Amanecía
un día cualquiera,
lágrimas en su sitio,
y el retumbar
de las botas
contra el asfalto
estallaba en los cristales.

Mañana turbia, 
gris,
temblaban los lagrimales
al ruido
de quien se lleva
a lo único
por lo que ha luchado,
a ti, a su hijo,
a la guerra.

Desfilando a un paso
que no era el tuyo,
una sonrisa
rota en metralla
se adivinó en tu rostro.
Querías crecer del todo
cuando apenas
sabías
mantenerte en pie.
Un murmullo,
un traqueteo
en las ruedas del tren
llevaba tu sino
sin embargo
sospechabas
que te habías perdido.

Desconocías
hasta el nombre
de tu padre
si preguntaban.
Y juraste por tu honor
que un hombre 
no llora.
No serías menos.
Nunca lo fuiste.

Fuiste valiente
y solo erguiste
el puño en señal de victoria
cuando supiste
que tu apellido
no figuraría
nunca
en los libros de la Historia.
Rompiste la promesa
que a fuego te grabaste
cuando te dieron certeza
de que tu honra dependería
de un hilo de pólvora
sirviendo en artillería.

Las armas
que no escogiste,
las llamas
al horizonte.
En algún lugar
donde perecen
las bombas de los cañones
que tú disparaste.
Y tu conciencia
volando
radiante hoy
en el cielo
sabrá que no sabías,
si en algún caso
lo pensaste,
a quién estabas disparando.

Héroe ausente, 
luz palpitante
en mi pecho.
Poeta dormido
en las fauces de la tierra.
Concebiste un mundo 
sin guerras
sin apenas saber
qué era eso.

¿Por qué tú luchabas
por ideas
que no eran tuyas?
¿Por qué el explotar
no te dolía?
¿Por qué tuviste que pasar
por tan angustioso dolor?
¿Por qué si tú no tenías
ganas ni pasión,
no quisiste decir adios
al sol que amedrenta
a la noche cerrada?

En un sepulcro
y una tumba de silencio
cerrabais los ojos
buscando algún sueño,
un escenario sin
bombardeos,
dando la espalda
al corazón preso.
Un rayo de sol
cruzó la estancia
y buscando
el segundo que alcanza
la luz a despertar 
el día
descubriste sino
oscuridad.
Sangre, desgarro, mentira,
tumulto, bullicio,
frío, calor...

Y en tu pecho,
cualquiera lo diría,
que lo que te atravesaba
el hombro
era un trozo de metralla
y no era enemiga.

Aprendiste en poco tiempo
que todo dolor tiene cura
pero nunca olvido.
Así me convertiste
desde la distancia
en un cúmulo de versos.

Hoy a ti quiero
darte un gesto sincero
de mi más sincera despedida.
Lo has hecho bien, desconocido...
Lo has hecho bien, bala perdida.
Me hubiera gustado conocerte y ser más que dos extraños con cierto pasado en común. Gracias por pertenecer a las historias de mi padre, abuelo. Hoy vives en este poema. XXII