jueves, 31 de diciembre de 2015

Alegoría del tráfico.

 No tengo nada.
Nada más allá de lo que soy,
y lo que puedo darte.
Ni piel,
ni los pliegues de mis párpados.
Ni suspiros
pegados a tu cuello,
ni la voz de Sabina,
o de Serrat.
Ni las letras
de Supersubmarina,
Ni la poesía de Pedro Salinas.
Ni siquiera podría darte
el desamor de Bécquer;
ni rimas,
ni leyendas.
Ni 19 días
ni 500 noches
me llegan para dejarte caer
a mi espalda.
Así que no me pidas
que te lleve a quemar Gran Vía,
-pongamos que hablo de Madrid-
o a destrozarla
colgado de mis cuerdas vocales.
Porque quizás me encuentres
recitando algo
que haya podido ser
o servir
como luz.
No me pidas que me quede
a sujetarte
mientras me abrasa
el resplandor de los semáforos.
Si tus pupilas tiemblan
a la vez que lo hace la noche...
me quedo a mirarlas.
Si respiras al compás
al que el viento suspira...
me quedo a escucharte.
Que no hay mentira
más grande
que la de tus manos
sin deshacerse
entre las mías.
Que no hay lamento
más largo
que no tener razón
para amar sin razón.
No sé si te debo la voz
pero te debo este desastre...
que soy yo.

martes, 29 de diciembre de 2015

Más daño

Y esa la razón por la que apareciste.
Cuándo yo ya no podía hacer más daño,
cuándo ya había derramado todas mis lágrimas.
Cuándo ya no tenía venas y recuerdos que cortar,
y había aprendido a volar desde décimos pisos.
Tu sabías abrir heridas,
sabías herir,
tenías la sal,
de esa que quema,
en lo que aún no son cicatrices.
Tenías la conciencia tranquila mientras jugabas,
a veces conmigo, cómo dos gatos,
otras veces, el juego era a ciegas,
y yo, me hacía cargo de los daños.
Y es la sinrazón por la que apareciste.
En lugar al que van a parar los sueños frustrados,
y nosotros dos,
con varias copas encima,
y mucha noche por delante.
Así pasábamos las horas,
atados,
yo a ti,
tu atado al vicio de hacerme daño.
Y también los años,
lejos,
sin pensarnos.
Sin echarnos de menos,
sin verbos en plural.
Imagino que aún te acuerdas,
de manos que fueron tuyas,
aunque a mí me pertenezcan.
De labios,
y de besos.
De fuego,
de arder juntos,
y acabar quemados,
acabar hechos ceniza.
Porqué así es todo, cuándo no hay nada.
Así es todo, cuándo te olvidas del resto,
así es todo cuándo me sobraba el mundo,
mientras que a ti te sobraban los minutos.
Y a mí me faltaba el aire,
y tu tenías de sobra.
No hay mensaje en esta botella,
te lo has tragado.
Y ahora estás borracho de palabras que no te dije,
estás saciado de besos que no terminé de darte,
estás harto de miradas que no pudieron ser más que eso.
Y yo,
sigo en mi tormenta moral.
Dónde no deja de llover, y llover.
Y no dejo de rimar cualquier cosa con tu nombre,
incluso la palabra amor.
Y mira que es difícil llamar amor,
a la historia de dos personas que no tuvieron la intención mutua de quererse.
Que incendiaban el mar cada vez que se rozaban,
pero no sabían romper el silencio a carcajadas.
Que no conoces mi risa,
y tampoco conoces mi sonrisa tonta de enamorada.
Pero tampoco mis lágrimas.
Porqué lo nuestro nunca llegó a ver la luz.
Entiendo que te hayas ido,
porqué no tenemos donde mirarnos.
Ni ojos que nos entiendan.
Y ya no hablo de tu y yo,
ahora hablo de la cantidad de espejos rotos cuándo me faltaba el "tu",
y me sobraba la tristeza.
Así qué, cuándo te preguntes porqué,
recuerda que no siempre tiene que haberlo.
A veces,
incomprensiblemente,
cuándo los precipicios parecen hacen pequeños
llegas tú y el resto ya lo conoces.
Y ahora,
me araño la piel para borrar tus huellas y,
solo
consigo
hacerme
más daño.
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lunes, 28 de diciembre de 2015

Magia

Si hay una razón por la cuál sigo escribiendo a pesar de tu ausencia,
es qué,
la poesía es el único hogar válido que conozco.
Y que si me dieran escoger entre los versos o tus labios,
me sobrarían besos para decantarme por lo que ha estado ahí siempre.
Reconozco haberme hecho adicta a rimar,
pero también a comerte la boca,
y no tengo claro qué es lo que me gusta más,
si tenerte en mis brazos o sentir que me tienes.
Reconozco no haber creído en la magia
hasta el instante en la que sentí chispazos cuándo las yemas de tus dedos
acabaron con cualquier manifiesto de huída.
También reconozco no conocer el amor,
porqué lo sigo confundiendo contigo cada vez que te me apareces.
Y me hubiera gustado poder llamarte amor,
y llamarte a la madrugada,
para que llores conmigo.
Por eso, si hay una razón por la cuál sigo escribiendo es porqué.
la poesía ha derramado más lágrimas de las que yo tengo por derramar.
Es porqué no estoy sola en esto.
Porqué conozco versos de suicidio,
y también versos de besos.
y versos de despedidas.
Porqué conozco versos atrapados en unos dedos incapaces de acariciar,
sino es tu piel, sino es tu calor,
la que me queme.
Y me hubiera gustado poder llamarme verano,
y derretir todos los inviernos que llevas dentro y congelan nuestros cierzos,
desatar así la primavera que dibujan los pétalos que tienes por labios,
para poder besarnos sin hacernos tanto daño,
sin romper ni el hielo,
ni corazones inocentes.
Espero poder llegar a conocer algún día,
y que no necesariamente sea a tu lado,
los versos de Benedetti cuándo habla de arcoiris,
y que llores mis soles,
y humedezcas mis metáforas.
Y que sigamos sonriendo,
Sonreír  hasta caer rendidos,
hasta caer dormidos.
Y por eso, por esto, es por lo cuál sigo escribiendo aunque no estés,
porqué aún sueño con primaveras en tu pecho,
porqué aún confío en remolinos en tu pelo,
porqué confío en poder desatar dragones si alguna mañana te despiertas a mi lado
porqué si tus balas no me han matado,
que lo hagan tus ojos,
que tienen más magia.
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martes, 22 de diciembre de 2015

Carreteras

Sin importar el cómo, ni el porqué,
estoy deseando que abraces.
Tenerte a mi lado,
a tientas,
a oscuras.
O a plena luz.
Estoy deseando estacionarme en esa curva de tu espalda,
ponerle de nombre hogar y quedarme a dormir en tu pecho.
Quiero que sepas, que contigo no hay cómos,
ni porqué.
Que contigo todo son torbellinos,
que tu descolocas todas mis respuestas.
Que tu conviertes belleza cada rincón de este caos.
Estoy deseando que me protejas,
de mí misma.
Que me hagas perderme en tus manos,
línea a línea.
Memorizarte desde todas las perspectivas,
desde todos los perfiles.
Desde ojos ajenos y los míos.
Memorizar la forma en la que sonríes,
memorizar tus cicatrices,
y tu mirada infantil.
Memorizar la forma cómo me rompes el corazón cada vez que te das la vuelta,
y te vas de mi vida.
O cómo consigues resucitarme cuándo miras atrás y me sonríes.
No quiero, no puedo,
no estar contigo.
No sé vivir si no es contigo,
no son buenos días si no estás ahí para recordármelo.
Te echo de menos.
Nunca dejes que me vaya por completo.
Porqué tanto tú cómo yo sabremos que sería un suicidio separarme de ti,
pero que estaría dispuesta a suicidarme si es contigo.
Agárrame con fuerza,
que tal vez me pierdas en la próxima curva.
Que tal vez no pueda seguir con esto
 sino estás ahí para recordarme que merece la pena.
Te quiero mucho.
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Poética del fuego.

 Despacio.
Aún te recuerdo atado,
cortándote la piel de las muñecas
con las cuerdas que sujetan
mi cordura,
tu locura,
las verdaderas intenciones
profundas
que tenemos
entre nosotros
cuando nadie más mira.
El pasar de tus labios
por mi cuello,
por mis ganas,
haciendo acelerar
el ritmo cardíaco
de un corazón detenido
en el tiempo que pasas
escondido entre mis piernas.
Y siendo el parabrisas
que recubre mis pestañas.
Dejémonos llevar,
dejémonos la garganta...
no solo gritar
si duele
el ganar esta batalla.
Asumo la derrota
con mis versos amargos,
no quiero sujetarme a nada
si no es a tus brazos.
Quítame el maquillaje
a caricias
o a arañazos.
En la espalda,
en la nuca
donde el nunca
se convirtió
en un quizás.
En un abismo de dudas
que no sé si llegaré a resolver sola.
Vamos a intentarlo.
Coge carrerilla
y salta;
destroza las ventanas,
deja marcas
en las puertas
y demacra el colchón.
Que tu paso por la tierra
y por mis venas
y mis arterias
no habrá sido en vano
si nos atrevimos
a jugar un rato
los dos en tu habitación.
Vamos a hacernos
(algo bonito).
A crearnos desde el principio,
te dejo que escojas
entre ser
o sernos.
Y mientras piensas
en ello
grabaré las estrellas
con mis uñas
en tus hombros.
Sé mi cerilla.
Mi fósforo incandescente.
Aunque el tiempo avance
y no me den las horas
si quiero encenderte.
Tú dame un minuto,
que con el roce
también me prendes.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

00.00

Sabes lo mucho que me gusta que me estrujes,
eso de qué cuándo te acercas siento algo en mi estómago.
Que cuándo me tocas me quema el pecho,
y cuándo me besas.
Cuándo me besas me falta el aire para lanzarme al vacío,
y me sobra el cielo, para volar.
Eso de qué no quiero que me des alas,
si no me agarras la mano y me prometes que no va a doler el golpe.
Que no quiero sonrisas si no soy tu puto motivo,
ni bailes agarrados si no es a mi cintura,
eso de qué, joder, te echo de menos.
Todavía no he encontrado la manera de sonreír,
si no lo haces tú a medio centímetro.
Que todavía no he encontrado unos ojos que me enciendan tanto,
ni que apacigüen tanto, mis miedos.
Sabes lo mucho que me gusta que me cojas la mano,
que me cantes nuestra canción, al oído.
Que me jures que será nuestra, por siempre.
Que prometas, sin tener ni idea de lo que deparará el futuro.
Pero también odio cuándo sonríes, y no es por mí,
o cuándo bailas, y no es conmigo.
Que también odio verte querer a personas más que lo que podrás llegar a quererme a mí.
Pero menos de lo que yo lo hago.
Que me rompe la distancia,
tu puta manía de no querer hacerme feliz. Y mira que es fácil.
Me rompe no saber hacer poesía,
desde la rabia.
Desde esperar un mensaje tuyo, aporreando las teclas del ordenador.
Desde que es viernes, pasa de la madrugada y no puedo dormir sin tus jodidas y poco sinceras buenas noches.
Que necesito que me necesites,
que no puedo vivir con este dolor en el pecho.
Con este dolor en los labios,
porqué los besos no son tuyos.
Ni míos son, porque no los siento.
Que la música no es mía,
que la canción no es nuestra.
Y que nunca, joder, nunca vamos a bailar mientras me agarras de la cintura y me juras un para siempre.
Que no hay calor,
que estamos helados.
Que no seré yo quién te derrita,
que no seré yo quién te haga feliz.
Que no seré la nota de ninguna canción que te guste,
ni pondrás mi nombre a un verso de cualquier poeta.
Que no podré romper el ruido con besos,
ni los silencios con palabras llenas.
 

sábado, 12 de diciembre de 2015

Que aquí quede el dolor.

Hoy. Que el pánico cubre mis pestañas al tocarse. Que el recuerdo me golpea a martillazos y me duelen tanto tus palabras.
Decidí atrasar las horas hasta cuando podía ocultarme entre tus brazos. Hasta cuando podías ser mi confidente de silencios inoportunos. Retrasé el momento de hacerme a la idea hasta que puedas encontrar en mis pupilas el tiro certero que acabe conmigo.
Guardo una bala en la recámara de mis ojos, con la etiqueta de: en caso de incendio, aprieta el gatillo.
El problema es que ya no hay incendio. Solo humo que no me deja respirar.
Quise pensar en cuánta falta me haces. En cómo necesito tu sonrisa partida encajando en mis labios. Y que me muerdas porque no puedes resistir compensar el cariño que me das.
Cuánto quiero que me abraces. Que me sujetes y me rompas. Y me hagas, me crees, me deshagas y luego soples. Y consigas que me evada y olvide cuánto necesito olvidarte. Y recordarte otra vez. Y sonría. Tan fuerte y tan sincero que nada pueda hacerme daño; aunque solo tenga tu recuerdo para taparme del miedo.
Pase lo que pase.
Aunque ahora todo me arranque la piel. Todo me duela.
Ha pasado que cada vez anochece antes. Y ahora el frío quema más que nunca.
Si no quieres, no vuelvas. Y déjame ser yo.
O ven. Vuelve. Y haz que sea yo.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¡vuelve!







de las horas que te debo de cosquillas:




En nada el único dolor que sentirás será el de cabeza por la resaca de una noche memorable.
El de los labios por una mordida y el de tus mejillas por tanto sonreír.
En nada volverás a estar sufriendo por otra persona, o tal vez no, tal vez estés viviendo la mejor aventura de tu vida.
Tengo una teoría; a la cuarta va la vencida.
Demasiados intentos fallidos, díficil recuperar las piezas de tu corazón en el incendio.
Quiero que sepas, que en nada llegará alguien dispuesto a arder con tal de recuperarte. O dispuesto a quererte así cómo estás; rota, sin miedo a cortarse con tus vértices.
En nada, volverá agosto y él no estará. Y no importará. Serás capaz de buscarlo y decirle lo mucho que lo quisiste, que quizás lo sigas haciendo, pero que eso no le da el derecho a joderte la vida. Y sonreirás. Con esa sonrisa tan desgraciadamente bonita que tienes. Y yo te estaré mirando desde el otro lado del mar.
Joder, deseando poder disecar mil océanos para tenerte entre mis brazos y decirte lo mucho que te mereces ser feliz.
Tengo también otra teoría, las mejores personas esconden las peores historias.
Sé que es tu caso, sé que no serías capaz de hacerle daño a nadie por miedo a que pasen por lo que tu has pasado.
Lo has vivido todo, de una forma especial.
Siempre llenando de arte hasta los recodos más oscuros de tu pensar. No hay ni un solo lugar que no pueda inundar tu luz.
En nada, se acabará el mojar la almohada cada noche por humedecerte los labios cada vez que lo ves pasar mientras lo sigues con la mirada.
Y deseo que se gire, te mire y te guiñe un ojo, cómo solo él sabe hacerlo. Cómo solo tu querrías que lo hiciera.
Te aseguro que todo esto tiene un porqué, que los días buenos serán incluso mejores a la luz de unos ojos que han pasado por las peores desgracias.
Que no tengo un máster en amor, ni el título de poeta para corazones rotos, pero que él ver tus ojos apagados me obliga a sacar todo lo que encuentre con tal de hacerlos brillar otra vez.
No sé nada de la vida, tal vez menos que tú, pero oye, que a vivir se aprende viviéndo, y aquí estamos; yo quiero hacerlo a tu lado.
Quiero pasar los mejores, peores, aún mejores y incluso peores momentos contigo. Y hacerlos todos lo más buenos que pueda.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Tiembla

Se cierra, una etapa.
Se abren las alas, se apaga el dolor,
que empiece a sonar la orquesta de la vida.
Preparados, no sé listos,
más bien imbéciles, demasiado jóvenes.
Tengo mis ojos en el cielo,
mis manos en tu pelo.
Tengo los pies quietos pero estoy corriendo.
Dime, quién va a salvar mis mañanas sino tu,
quién va a recuperar mis esperanzas sino tú,
quién va a alzar su bandera,
quién va a divisar tierra conmigo y salvarme de la tormenta.
Sigo confiando en el destino,
sigo creyendo que estará a mi favor y me dejará desaparecer sin dejar huella.
No hay manera de volver atrás,
de hacerme valer desde un principio.
Demasiado imbéciles, repito.
Los precipicios se me hacen hoy pequeños,
comparándolos con verte cerrar los ojos sin darme las buenas noches.
Quiero volver a jugar al escondite en tus pupilas,
ver arrebolar en tus mejillas,
anochecer en tu regazo.
Volver a mí misma, celebrar la vida.
Olvidarme de todos menos de ti,
quiero desatar tus dragones, dejarlos quemar mi pecho,
quiero que ardas conmigo en este infierno.
Quiero ahogarme contigo en el océano.
Demasiado imbécil; ahogándome en mis propias lágrimas.
Si quieres, puedo invitarte hacer equilibrio en mi sur,
cuándo pierdas el norte.
A navegar en mi saliva,
aterrizar en mis lunares.
O perderme en tus pecas.
porqué quiero salvarte de la tormenta.
De mi tormenta.


jueves, 3 de diciembre de 2015

Carcajadas

Mantengo mi cabeza ocupada imaginando mil inicios,
y recordando un final que duele demasiado. 
Mantengo los ojos fijos en la carretera para contener las lágrimas. 
Yo nunca he sabido ser feliz, 
me faltan años y me sobran decepciones. 
Tampoco he sabido rimar, 
pero no importa. 
Yo solo estoy aquí sentada escribiendo 
para poder resucitar, 
para que alguien que se sienta cómo yo, 
pueda resucitar. 
Para que te sueltes el pelo y te pintes los labios de rojo, 
para que vuelvas a enseñar los dientes y la campanilla, 
en cada carcajada. 
Para que te des cuenta de que la poesía no tiene normas, 
ni medida, 
porqué los sentimientos son inmedibles, 
porqué el arte es inmedible. 
Porqué la vida que da la poesía, o viceversa, 
no es matemática. 
Los mil inicios que mantienen ocupada mi cabeza, 
no dejan de ser finales. 
Funerales del dolor en un pecho ajeno, 
de la tristeza de una almohada ajena. 
De besos en labios ajenos porqué en los míos no caben tantos versos. 
De quebraduras en corazones que no son míos, 
y nostalgia almas desconocidas. 
De precipicios y miedos, 
de eso sé demasiado. 
De perder la cabeza por alguien que ha perdido las ganas, 
de perderse a uno mismo buscando nuestra otra mitad.
De escuchar el silencio y colorear la oscuridad, 
de flores no sé mucho,
nunca nadie me creyó lo suficientemente muerta cómo para traerme flores, 
cómo sino, que el amor no entiende de pétalos. 
Sólo tu boca entiende de pétalos, cómo sino...