domingo, 5 de julio de 2015

Turbado

Las palabras se agolpaban tristes y mustias al borde del abismo del sonido, intentando luchar por salir de mis labios.
Bajo la piel sentía la sangre coagulante tratando de cerrar las heridas de tanto apretarme, palpitando y caliente.
Mis manos sentían algo tácito y tangible, corpóreo y real. Las puntas de mis dedos resbalaban por su piel sudorosa, que peleaba en la frontera del olvido. Sentían también algo que escapaba, totalmente fuera de su alcance. Tras la tez, que era capaz de tocar y sentir... se alejaba a pequeños pasos su corazón.
Y sus ojos que se desviaban al mínimo contacto con la vergüenza. Una lágrima asomó a los míos, tímida y poderosa al mismo tiempo, como el alma dejándose ir tras los suspiros que salían en lugar de palabras.
La impotencia una vez más, la dejó preguntándose por qué aquellos suspiros no habrían expresado el castigo tan amargo que existía en su interior, por qué esos suspiros taciturnos, aquellos ojos lánguidos y aquellas palabras inexistentes no habrían podido vencer las ataduras de la tan dulce tortura.