jueves, 9 de octubre de 2014

El verdadero color del café, Capítulo 4

Cecilia miró a su alrededor, buscando inspiración. El lienzo estaba completamente blanco. El profesor miraba las obras de sus alumnos, haciendo gestos exagerados. Algunos hacían garabatos sin sentido, signos abstractos que intentan hacer físicos pensamientos alocados. Otros rostros perfeccionistas o paisajes hasta el mínimo detalle.
En un momento, la cabeza de Cecilia estalló en mil pedazos, una idea irrumpió la tranquilidad de su ignoracia. Su pincel se armó de alas, y sin atender a las instrucciones de la chica comenzó a bailar por el lienzo. Bañándolo en pintura, negra y blanca, blanca y negra.
Minutos después, la joven observó, exhausta el resultado. Cecilia se estremeció al ver lo que su mano se había empeñado en pintar. La misma mujer de siempre, esta vez con ojos, pero sin boca, aún peor, sin darle la oportunidad de explicarse, de poder enamorar con las palabras.
Cecilia movió la cabeza con energía, que estupidez, pensaba.
El profesor observaba su extraño cuadro, al tiempo que asentía.
-Maravilloso.- dijo.- exageradamente maravilloso. Señorita, ¿podría enseñárselo a su público? Explícale en que se ha inspirado.
La tímida joven se giró sobre si misma, rostros desconocidos la escrutaban esperando una explicación.
Respiró, centrándose. Cerró los ojos. Pero de su boca no salía ni una palabra. Ni una maldita palabra.
El profesor le tocó el brazo.
-Vamos.
Su tono iba de la calma a la desesperación.
-Hable.
Pero el silencio era irrompible.
-¡Hable!- terminó perdiendo la paciencia.
Cecilia empezó a marearse. No se encontraba bien.
La clase entera estalló en carcajadas al ver la expresión del hombre. Pero ella apenas sonrió, se estaba desvaneciendo ante la mirada atenta de aquellos jóvenes. Pero las risas no cesaban. Iban a más.
Sacando fuerzas de lo más fondo se puso en pie, tambáleandose, y sin levantar la cabeza salió corriendo, el pasillo vacío. Vamos, podría llegar a los baños. Un poco de agua, unas cuantas lágrimas y ya está. Pero no, no estaba. Nada estaba bien. Su mente estaba completamente descolocada.
Alguien le dió un toquecito en el antebrazo. Se volvió bruscamente y allí, frente a ella la extraña Olivia, con su pelo verde recogido y una sonrisa.
-Hola.- dijo con voz aguda. - ¿qué tal han ido las clases?
-Oh...bien...- Cecilia decidió esconder el imprevisto de la clase.
-¿Quieres comer con nosotros?
-¿Nosotros?
-Quiero presentarte a mi novio. Te caerá bien. Tienes sus problemas, pero intenta superarlo, es un chico encantador. Es mudo, aún no conozco bien el lenguaje de signos, el me escribe en un agenda que siempre lleva consigo. Casi nadie habla con el. Es triste, pero cierto. Las personas son intolerantes.- Olivia agarró a Cecilia del brazo con complicidad y se le llevó. La condujo por el pasillo hasta dar con el chico.- este es Marc.
Olivia le plantó un beso que sembró la envidia en el corazón de Cecilia, nunca nadie la había besado con tal pasión.
Se fijó en los rasgos del chico, era guapo. De tez oscura y ojos claros. Pero su vestimenta lo delataba, no era el típico joven. Y Cecilia no iba a descubrir.
Olivia le tendió la agenda a Marc para que hablara con la recién llegada, pero ella se aclaró.
-Conozco el lenguaje de signos.
El chico posó sus ojos sobre los de Cecilia. Y el mundo entero se paró en ese momento, no fue amor, (¿quien cree en el amor a primera vista...? ejem) fue la sensación de estar mirando a una persona igual que tu, una persona que sufre de la misma forma.
Cecilia pensó en la mujer sin boca capacidad para expresarse, gritar al viento su gran amor.
Su mente traviesa los imaginó diciéndose cosas en ese lenguaje que la ingenua Olivia no lograría entender. ¿Pero como podía estar pensando algo así? Lo apartó de su cabeza.
-Por cierto Cecilia, a tu pregunta, Marlen, la chica se llamaba Marlen.