sábado, 19 de abril de 2014

Simples recuerdos


El estar en ocasiones tan cerca de la muerte, o puede que estando en muertas ocasiones tan cerca, o quizás sufriendo algún que otro homicidio al alma, algún que otro disparo al pecho y se desangra el sentimiento, mientras dejas caer tus alas; el estar tan y tan lejano a la vida en determinados momentos, el estar al borde del abismo, a punto de precipitarte, estar en contados instantes dejando a tu ser salir de tu cuerpo, experimentando sensaciones extracorpóreas de dolor y sufrimiento.

Puede que en alguno de estos momentos, sí que te haya tocado vivir, o más bien dejar de existir soñando, quizás te hayan ayudado a abrir los ojos de una vez por todas. Quizás te hayan ayudado a comprender que no todo es tan maravilloso como así lo pintan, que quizás las cosas nunca cambien, que es probable que te cuenten una mentira en cuanto dejas de prestar atención a lo que te rodea.

O, por otro lado, puede que te haya demostrado el auténtico valor de la vida, el estar tan cerca de la muerte. Quizá te haya enseñado la valía de unas horas perdidas en lo que sea, mirando u observando. Porque, aunque no lo creas, la vida es un sueño.

Y no, no me refiero a que la vida sea un sueño en el que estamos sumidos, pudiendo algún día despertar. Me refiero a lo maravillosa que es la simple existencia. ¿Te has parado a pensar un día en lo ideal que sería comenzar realmente a vivir? ¿En la perfección absoluta de un día "perdido"?

Un día perdido... a tu lado, ¿quizás? Nada se pierde, nada se olvida, nada es eterno y tampoco efímero. Todo es continuo y sencillo. Nada se complica cuando realmente estás en busca de la felicidad. Aunque todo lo puedes apartar, nada desaparece.

Un día no se pierde cuando descubres que hay cosas más importantes que preocuparse por sobrevivir, cuando estás más concentrado en avanzar, en no mirar atrás, no al menos sin cariño, todo comienza su incesante girar. Porque aunque no encuentres la señal que te indica qué debes hacer, siempre verás un pequeño destello de esperanza.

Sin embargo, el estar tan cerca de dejar de latir en algunas ocasiones, puede que te haya servido para invitar a las lágrimas asomarse en tus ojos tras evocar un recuerdo, un pensamiento, un olor, un sabor, un amor perdido, el destello de algo que nunca sucedió. Y sí, puede que eso solo sea un simple recuerdo, un simple recuerdo que es la esencia que te ha ayudado a continuar con vida, ese instante que perdiste a punto de morir.

Porque los recuerdos, para muchos, no son más que lastres de un triste pasado, al que no quieren dar importancia... pero, por más que lo intentan, no pueden evitarlo. Lastres en el fondo de un baúl de tristezas, encerrado en el desván de tu pensamiento. Ese baúl de tristezas que tienen miedo a abrir porque no se sienten capaces de enfrentarse a una rememoración de una vida anterior, inofensiva a vista de muchos, letal y mordaz  para otros.

Porque aunque solo sean simples recuerdos, pueden provocar un incendio en tu interior. Pueden hacer que comiencen tus labios a estremecerse y no tengas otra salida más que romper a llorar. Pueden despertar tu odio y tu nostalgia, tus silencios y tus gritos, pueden llamar a la calma, pueden hacer que florezca en ti el más puro sentimiento o bloquear tu alma con el peso de una roca.

Pero continuará habiendo gente que no consiga darles el valor que  merecen. Gente que piense, "¿Y qué? Solo son simples recuerdos".

Contra esto yo digo que si son capaces de lograr en ti hallar un sentimiento, dejan su simpleza a un lado. Porque continúo creyendo que es más fácil que brote el agua de la estéril roca antes que escuchar salir de tus labios un "te quiero".