viernes, 26 de febrero de 2016

Perdida.

Camina sin rumbo fijo, inmersa en sus pensamientos sin exteriorizar sus demonios.

Lleva la música bien alta en los auriculares, canciones tristes, a juego con ella.

No le importa nada, esquiva miradas y pide a gritos mil abrazos.

Analiza a cada transeúnte, observándole imagina qué le estará pasando, fantasea con sus vidas.

Mira a todos los lugares como si fuera a encontrar un rincón estable –a poder ser en su cabeza-.

Busca a las personas que han salido de su vida, por si acaso se encuentran y vuelven a entrar calmando sus infiernos.

Se siente inútil e incomprendida, vive entre poemas y canciones que no comparte con nadie, por miedo a que descubran lo mucho que se identifica.

Baila con el drama mientras espera que la esperanza le bese la mano, le agarre la cintura y le suelte la melena.

Lucha con el tiempo, azota las agujas del reloj intentando pararlo, hacer una pausa, luego, reanudar el juego.

Se siente perdida, sin saber, que en ese rumbo no-fijo, se está encontrando
a
misma.