jueves, 28 de julio de 2016

Imposible (d)escribirte.

Podría empezar hablando de la expresión de tu cara cuando sonríes, el brillo en tu mirada, las arrugas de tus ojos, el rubor de tus mejillas o lo muchísimo que se te pronuncian los hoyuelos; pero sería empezar muy fuerte el texto.


Luego escribiría sobre tus caricias y la manera que tienes de erizarme la piel con cada roce de tus dedos; pero no hay palabras que puedan explicarlo.


Hablaría entonces de tu capacidad para atraerme, de cómo me quedo embobada observándote  en cualquier momento en el que te despistas; pero no puedo describir tu mirada cuando me pillas sonriendo.


Entonces me rendiría, clavaría mi índice en el retroceso y volvería a escribir sobre las tardes de verano, donde tu pecho es almohada, tus caricias refugio, y tu mirada mi casa.

(Aunque eso también sería un fracaso si tuviera que hablar del vacío que dejas en mi pecho cuando te veo marchar).