viernes, 16 de junio de 2017

Indiferente.

Me entra la noche en las arterias.
Se me difuminan las luces hasta quedarme sumergida en nada
como un pozo sin fondo de agua
que me encharca los pulmones de pereza.
Un zumbido en mi cabeza
tiembla con las voces rotas que estallan.
Se dibujan disparos balas de plata
que me rebotan en la carne astillada,
sonrisa quemada,
fuerzas de flaqueza.

Se me vierten decepciones
en la misma cascada etílica que reconocí de boca en boca,
asumiendo que vivir en la derrota
es vivir en la derrota
e incansable
piso trozos de cristales
y en todos hay rostros dibujados
y todos se me clavan en la sangre.

Me veo reflejada en muros
en los que antes perjuraba
nunca volvería a pasar hambre,
justo ahora
que el estómago se me agujerea
y llevo súplicas en la garganta,
y tengo la boca sedienta
de un puñado de sal
que me haga olvidar
tanta carencia
y salivan las lenguas
de pensar en caricias.

Sal.
Tequila.
Gemidos de arena.

Tonteo
con la idea de un camino de nieve
que derrita el fuego anegado en mis orillas,
que sea el tacto de un invierno aletargado
el que me descubra en el centro de las piernas una isla
en que esconder la calma oculta
y despertar.

Y es un cielo ocaso
de color ocre sangrante anaranjado,
una estrella fugaz alimentando
el laberinto de todas mis onirias.
Y mis insomnios
desmerecen un horizonte pisoteado
por huellas partidas
en dos.
Ninguna es mía.

Duele tanto hacerse un hueco
donde ya ni espinas quedan,
dormir arropada por unas manos de seda
que al erguir del sol tornan cenizas.

Duele tanto no entender un corazón
por estar amarrado a sus cadenas,
haciendo
lo que sea
por no ahogarse.

Duele tanto no vislumbrar
ese manto cálido de hierba
que jugaba tibio en tardes de verano,
sollozaba sueño en hojas de otoño
y polinizaba a mis alergias de primavera.

Duele tanto no saberse nada.

Duele tanto desnudarse
esperando un beso de vergüenza,
una timidez infantil
que se posa presumida en las mejillas,
como un quizás apoyándose suave entre los labios
cuando quedan sumidos en una boca entreabierta,

y sin embargo
que ya no queden motivos para seguir despierta,
solo encuentro en el olvido
un tiritar de frío
para obligarme a mover los huesos
y abrigarlos
con un porqué esquelético
que ya
no tiene fuerzas
para abrazarse.

Tengo el corazón cansado,
gastado,
roído,
estrujado,
roto,
vacío,

qué más da.



lunes, 12 de junio de 2017

La cama

Hay una orgía de sentimientos
-gimiendo
llorando
gritando-
en mi cama.
Hay manos que parecen acariciarme,
más me aprietan el cuello
como la soga.
Me desgañito gritando socorro-
en silencio-
pero las manos parecen no reparar
en que sus cosquillas
son cuchillas.
Mi cama esta llena de sangre
-de sangre y salitre-
Se transparenta la vena azulada
latiente
en la piel etérea de mis muñecas.
Hay humo
y ceniza
también en mi cama.
Desearía ver arder el colchón.
Me dejo caer en la cama,
mientras las manos
me tocan
me recorren
me arañan la piel-
me siento sucia.
Las manos que me agarran la carne,
reducen todo mi ser
a eso;
a solo carne.
-No importa la vena azulada,
ni el iris verdoso,
ni lo que encarna la mirada.-
No soy nada más allá
de estos muslos
este pecho que las manos recorren,
penetran lo que soy
parecen arrancarme el amor que tengo de cuajo
moldearlo a su gusto
y devolvérmelo
en las formas del dolor
y la crueldad.
Quiero huir de esta cama
que me reduce
a solo carne.
Quiero enterrarme bajo el mar,
-sin convertir mi piel en escamas-
y cuando necesite abrir la boca
para pedir ayuda
medio litro de agua salada
se cuele en mis pulmones
y me axfisie.

miércoles, 31 de mayo de 2017

A mi yo inmarcesible.

La miro y no entiendo.
Ni la vida,
ni sus reglas,
ni leyes tan absurdas
como que la distancia
más corta
es la línea recta,
a mí que me parece que el horizonte
se perfila en sus curvas.

Y está
y dejo de tener prisa,
freno las ganas por desatarla
de estas cadenas cristal
y esos ojos lagrimal
que ahogan su alma en caricias.

Tiene un nombre que suena
como a tapiz de seda en noche de verano
y huele
como se respiran las cárceles de arena,
con dulzura implacable
como temiendo romperla,
y huele a fruta exótica,
a Marrakech o a la India
o a mis sábanas en pleno agosto
cuando su luz púrpura me irradia
y se desgañita
en miles de colores
como el disco de Pink Floyd

que tanto le gustaba.

No sé cómo explicarlo
pero cuando se acerca
un temblor perturbador me paraliza
y siento una necesidad irrevocable
de cubrirla de adjetivos
y todos empiezan por i
porque ella ha nacido negando
y ha vivido ella nadando
siempre a contracorriente.

Es mi vuelta a casa
y tanto hogar que a veces asusta,
como un temor infantil
a que guarde el monstruo bajo los pies,
pero echa a volar y se me pasa,
y sonríe
y abre todas las ventanas
y es ahí cuando me fijo
que lleva todos los deseos colgados en las pestañas
como arrastrando un porqué suicida
que persigue el tacto de sus mejillas
o evaporarse
en un primer pestañeo.

Y esconde besos en hoyuelos
aunque a veces desaparecen
como pidiendo a gritos
ese erizar de la piel
que consiga devolver su risa
al desierto.

Sueño todavía con su piel desnuda
y ese rostro afilado apuñalándome las dudas
a un contraluz desmembrado
por mi puto miedo a las alturas
que se perdía en su tacto,

y ahora no sé qué hacer con tanto impacto
si parece que todos los rascacielos
llevan tatuado su brillo,
si parece que los aviones
vuelan enredándose en su pelo,
si de todas esas nubes
son sus lágrimas las que llueven,

las que siempre terminan
estrellándome contra el suelo,

y sueño también que dibujo
los retazos en su espalda de un corazón enjaulado
y una libertad elegida
que toma forma al recorrerla
como si fuese a contrarreloj
y sonase en su pecho la taquicardia en carrera

y se interrupiese entonces ese instante
porque es ella quien llama a la puerta
y ella nunca llega tarde.

Tiene el cuerpo lleno de lunares,
parecen constelaciones
o estrellas fugaces,

he probado a pedir deseos
ahora que la noto lejos
pero nunca vuelve,
ni llama a mi puerta;
soy yo quien llega tarde.

Pero hablemos de ella
y de cómo pinta esperanza
con sus pies en la hierba
y baila
con una prontitud tardía
y parece que es el mundo quien se inclina
cada vez que mueve las caderas
y habla
y podría inventarse las palabras
y su voz es un manantial
de carcajadas,
de infancia,
de luna llena.

Y ahora su recuerdo se me escapa
cada vez que intento reubicarme
y un temblor en mí estalla
cuando ella camina inevitable.
Me duelen las uñas de intentar retenerla
y se me quedan dormidos los párpados
y parece que el mundo está callado
desde que todas mis aceras
han dejado
de oír sus pasos.

Fotografía: Victoria Santos

He vuelto.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Prisma de luz.

Cuando me llenan los porqués
te imagino
como pequeños cristales llenos de gritos
que atraviesan la paz
donde escondo mis silencios,
como prismas llenos de luz
que destierran la oscuridad,
como espejos que reflejan las grietas arco iris
que dejas al pasear tus dedos por las cicatrices,
como el olor del verano colándose entre las pestañas,
como lluvia de sol que estalla en una piel helada.

Te imagino siendo melodía en labios del viento,
como caricia entre brisas de cariño,
como marea que golpea la calma
inquebrantable que es tu risa,
como gota de rocío en la punta de una lengua de arena
perdida
en la inconstancia del desierto.

Imagino dibujarte
como línea hecha de lágrimas al borde del abismo,
como instante que se pierde entre el humo del olvido,
como abrazo cálido de miradas cuando se cruzan,
como el sonido de una puerta abierta
donde para ti estaré detrás,
como escondite donde refugiar tormentas,
como el vaho frío que se derrite en tu pecho,
como el sincericidio al decirte que temo verte marchar

y verte llegar
y no saber explicar
esta revolución de tristes en un pozo de esperanza;
todo lo que siento cuando te miro. 

lunes, 6 de marzo de 2017

Alma de ángel.

Te pido que vengas
y traigas el alma desnuda,
la piel poblada de silencio
y los ojos de gritos que estallan.

Suplico tu voz en mi oído
como cadencia de dulzura constante
llorando ojalás dormidos,

que recorras con tus miedos
cada estrella de tu cielo
que llevas impresa en los lunares. 

Yo me rendiré a tus pies
anhelando ser ruido que calzas,
sin suplir el hueco que aquí dejas
cada vez que abres las alas.

Yo me quedaré en la nieve
buscando derretir el hielo
con el fuego
que retienes en la punta de la lengua.

Yo me guiaré entre los grises
de este mundo ensombrecido
con la luz que en mí se enciende
siempre que tú me abrazas.

Eres ángel que sin haber caído
ha dejado ardiente
un corazón muerto
de
frío.