domingo, 7 de septiembre de 2014

Niebla

Me pesan los párpados.

Estoy encerrada dentro de esta cárcel de cuatro paredes sin mayor entretenimiento que respirar.

A través de la ventana solo veo niebla, un trozo de respiraciones y muertes en suspense de su propia condensación.

¡Qué triste vida la suya! Nubes que viajan a ras del suelo, sueños que no hallaron su porvenir, presentes sin presupuesto, sin razones para vivir. Los gritos dentro de mi cabeza resuenan sin cesar, los sonidos alzan sus voces, no se puede evocar el nacimiento de un sentimiento, no soy capaz de razonar el motivo de mi desdén, de mi mirada perdida desapareciendo a medida que el cansancio cierra mis ojos.

Recuerdo cuando te dije que odiaba ver tus ojos oscurecerse mientras se cerraban. Pero ya había pasado por ello. Y no había nadie a quién estrechar la mano. Nadie estaba sentado al lado del lecho para secarme las lágrimas que me desgarraban.

A la hora de la verdad puedo comprender mi encierro. Si en la negrura más espesa estuve en soledad, ¿quién va a echar en falta mi irracional frialdad? ¿Quién querrá mi cabello acariciar? ¿Quién abrirá la puerta? ¿Quién tocará conmigo la libertad?

Si en mis momentos débiles no tuve cerca la posibilidad de tornarme en torrente de sueños, emanar profundidad en lugar de un manantial de sangre.