viernes, 30 de enero de 2015

Wide awake

Despierta el sol temprano, suave, nítido. Se cuela por entre las persianas, acariciando con su luz las blancas cortinas.
Anclada en tus pensamientos, dormida en tus instintos. Tu mente es mía, mi cuerpo es tuyo. Las almas son nuestras.
El tiempo arañan nuestras paredes con la sutileza con la que rozas mi espalda con la punta de tus dedos.
Las horas que pasan sin vernos. El infinito horizonte que a lo lejos se disipa.
-Ven.-suspiro entre silencios.
Un cálido abrazo con sabor a madrugada me adormece entre tus brazos, en tu pensamiento. Al percatarme de lo que estaba sucediendo, de que tu idea era mi fundamento.
-Ven.-repito, angustiada por lo lejano que te siento. Y las malogradas manos del viento que azota los árboles al otro lado de la ventana me acarician con la frialdad con la que yo sentía tus manos tocando las mías.
La sensación densa de tocar una superficie vacía, sin nada dentro; nada con lo que guarecerme.
Me refugio contigo y sueño, un cálido abrazo con sabor a madrugada me adormece.
Sueño que tus labios me persiguen, recorriendo los lugares inalcanzables de mi fantasía, los recónditos espacios de mi imaginación. Y un familiar olor a hierba mojada y a luna llena parece que se acerca.
Eres tú.
-Ven.-te grito sin poder alzar la voz. Tengo los labios sellados por el martirio incansable del dolor.
No respondes ante tan perturbador silencio, simplemente te alejas. Como si los pasos fueran solamente pasos que emprendes hacia un nuevo destino, mientras por dentro te pierdes en ti mismo.
El sentimiento de cercanía pierde su significado por a poco, se deforma como un trozo de arcilla bañado en lágrimas.
Y despierto por fin de mi aletargado sueño.
Como habitualmente, tras la pesadilla, no hay nadie a quien poder capturar bajo las sábanas. Nadie a quien echar de menos.
Aún faltan horas para que llegue mañana, he viajado hacia atrás en el tiempo.
Ahora, mientras concilio el sueño; un cálido abrazo con sabor a madrugada me adormece.


·i hate myself·

No sé como voy a empezar ni terminar esto. 
Solo sé que estoy harta de los prejuicios.
Que he sido juzgada en mil ocasiones por un motivo. 
Que he perdido la cordura por mantener mi dignidad. 
He hecho cosas de las que me arrepiento y siguen recriminándomelas. 
Que no puedo cambiar el pasado.
Pero tengo un presente y merezco expectativas de futuro. 
Tengo miedo, me he creado una burbuja de soledad, 
demasiado resistente, tanto que me impide ver el exterior. 
Pero no tengo otra cosa que golpes para aquellos que no saben escuchar, 
para aquellos superficiales que van a comenzar a odiar, 
juzgar, pero se resume en envidiar. 
Dañar, ridiculizar. 
Una tras otra. En mi interior, se clavan como agujas, 
palabras afiladas, 
que van haciendo una herida, 
cada vez más grande, sangrante, dolor. 
Lágrimas como sal en la cicatriz, 
y al final, más complejos que un cubo de rubick,  
menos defectos que un amanecer de invierno, 
pero seguridad cero. 
Y un mundo dispuesto a hacernos sentir un puñado de arena, 
molidos por las palabras.