lunes, 15 de junio de 2015

Aciago.


SI TE VAS... - EXTREMODURO

No nos miramos, ni siquiera nos atrevimos a pestañear. No tuvimos valor suficiente de hacer que los ojos coincidiesen en el tiempo, en aquel lugar. Y por eso nos perdimos.

A ese instante atribuyo la soledad que entre mis sábanas siento, la timidez con la que todavía me cuesta mirarme desnuda al espejo. Todo lo que no consigo preguntarme mientras duermo. A ese momento culpo de no haber podido sentir el tacto de tu cuello moreno por el sol, de no haber podido enredar mis dedos entre tu pelo, de no haber sentido que cada vez que me acercaba a ti la distancia entre nosotros dejaba de existir, de que no hubieses podido respirar a mi espalda.

Porque me hubiese gustado besarte recorriendo cada rincón del espacio en tus labios, mientras acaricio con las yemas de los dedos cada uno de los lunares de tu rostro. Buscar contigo un lugar en el que podamos irnos a mirarnos de cerca todavía más. Un lugar en el que me cantases esa canción que tanto me gusta, esa canción que sin que me la hubieses dedicado alguna vez, sé que es nuestra.

También me hubiese gustado haberme aprendido tu olor en cada uno de los recovecos que tanto escondes, que sonrieses por mi causa, al coincidir mis ojos con tus manos y que adivinases qué buscaba con ello. Que te despertases con la esperanza de que, al girarte, yo estuviese aún dormida, para poder despertarme a tu forma que, imagino, sería increíble.

Que me encantaría que estuviésemos a tiempo de rectificar y que me cogieses entre tus brazos y me abrazases para que nunca pudiese soltarme. Y yo jamás lo haría. Simplemente me quedaría mirando con ojos brillantes a los tuyos, que hacen que se me olvide mi propio nombre. Y tú acariciarías mis manos con suavidad, presionando mi corazón hasta que me pareciese que se rompe; me daría cuenta de que jamás lograrías que dejase de quererte tanto, tanto que me duele darme cuenta de que es cierto. Tú posarías tus ojos sobre mis labios queriendo mandarme un mensaje contradictorio que yo entendería sin siquiera utilizar una sola palabra. Y, en ese momento, me besarías tan despacio que pensaría que se estuviera parando el tiempo, y mi piel se erizaría así como sintiera tus labios acariciando los míos. Me susurrarías algo casi indescriptible, y así nos quedaríamos, en una eternidad inversa en la que el caos de nuestras sábanas solo se arregla diciendo adiós. Una palabra que nosotros jamás pronunciaríamos. Porque ya te dije que quererte tanto dolía, y jamás querría dejar que este dolor afrodisíaco cesase.

Que sufro por cada paso que das sin mí al lado, que no son pocos. Que pienso en si respiras, en si cruzas la mirada, o si la desvías, en si todavía tu pensamiento tiene un hueco en su apretada agenda para dedicarme espacio.

Pero cada segundo que pasa esta falsa realidad se aleja. Aunque me hubiese gustado saberlo cuando aquella noche, tras no mirarnos, comencé a pensar que todo esto era posible.