martes, 22 de julio de 2014

Muere


Así la memoria descansa, acurrucada entre recuerdos. Fotografías en marcos de sueños.

Besos entre los suspiros más lentos. Así la ironía muere, cuando el atardecer descansa.

Así  vivo en mares, durmiendo en colchones llenos de voces. Voces que incitan a despertarme. Pero no despierto.

Mi inocencia sigue vigente, cuando escucho esa melodía que todavía te ves capaz de interpretar. Mi llanto puede seguir corriendo por mis mejillas cuando el eco cada vez suena más y más lejano.

Un ligero sabor a vida todavía me atormenta por las noches. Cuando por fin despierto, bañada en dolor, con frío y sudorosa. Son realidades tan ficticias como el hecho de respirar. Quizás es que me enveneno por dentro con mi memoria, quizás es por eso por lo que siento morir.

Pero, otras veces, aquella canción consigue abrir un claro en medio de este desierto en el que, sin querer, llovizna. Sin querer, también, vivo en una metáfora sin sentido, en medio de un caos en el que el orden significa ignorancia.

Y en este desierto, a veces el calor cede y no veo más que ilusiones. Ópticas. O no.