viernes, 9 de mayo de 2014

Diario de Mónica


No sabía ni quien era, estaba tan perdida, y tan poco buscada por los que me rodeaban, que acabé por sufrir las consecuencias de mi propia soledad.
El cielo estaba claro, y su templanza y serenidad me llenó de esperanza. Pero no, debía centrarme, un día más y eso conllevaría más y más problemas, más y más situaciones ridículas, más y más lágrimas. Y más vacío. Demasiado vacío.
El único dolor que vivía con pasión, era el de sufrir por amor. Me resultaba increíble aquello, porque significaba que te había encontrado, y aunque no eras mi pilar, tampoco eras una carga a la que sujetar.

"Equivcate" Me dijeron una vez.

No hice caso, ¿por que hacerlo, si podía ir por el buen camino, con la mismo comportamiento vacuo y sumiso de un loco?
Pero entonces llegó a mi vida aquella noticia. Como un meteorito impactando en mi vida. Sin poder ser retenido por las diferentes capas que formaban mi atmósfera; mis mentiras, mi burbuja, mi falta de personalidad...En fin, infinidad de capas que había creado en mí para evitar ser dañada.
Aquello resultó ser más fuerte. La verdad se antepone a cualquier cosa, y aquello me hizo reaccionar a la velocidad de la luz.
Y tras la noticia llegaron las lágrimas. Mil y una. Una y otras mil más.
¿Como pude haberme equivocado tanto?
Yo una vez deseé morirme.
Y ahora la muerta era otra persona; mi mejor amiga.
Me vestí de negro. Y sintiendo resbalar gotas por mis pómulos, acudí al funeral.
Allí llegó la noticia.
Levante la mira indecisa; y la vi. Viva, y tan viva. Pero triste, y tan triste.
Entonces caí en la cuenta...
Miré el ataud abierto donde debía estar su cuerpo y me vi. Muerta, tan muerta como siempre. Esa visión era igual a cualquier otra mirada al espejo.
En la lápida mi nombre.
¿Como pude haber pensado que vivía cuando en realidad estaba tan muerta...?

Una vez deseé morirme, pero es imposible que alguien se muera si nunca ha nacido; llevo toda la vida muerta.