sábado, 8 de noviembre de 2014

La sequedad del océano.

The Power of love

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Me siento frente al ordenador y pongo una canción al azar. No sé que voy a escribir. Estoy seca de inspiración como un océano evaporado.
Suena una melodía tierna y suave. Mis manos se deslizan sobre el teclado, parece que las palabras fluyen.
Parece que por fin he podido alzar mi bandera al viento. Y reír sin pausa durante minutos, quedándome sin aire.
Esto no tiene sentido. Nada tiene sentido. Te preguntarás que es lo que intento expresar, ni yo lo sé. Pero debo hacerlo, sino escribo me falta el oxígeno.
Giró la cabeza, la ventana está abierta y una ligera brisa golpea mi piel desnuda. El sol se ha puesto. Las calles están vacías.
Me levanto. Camino por la casa como una sombra descalza. Arrastrando mis pies. Parezco un alma en pena. La madera cruje, mi piel es como un vestido ceñido sobre mis delgados huesos. Mis omóplatos sujetan como perchas mi camisón blanco.
Parezco un fantasma, blanquecino como las nubes, opaco.
Miro con ternura mis dedos descalzos, con una sonrisa triste pintada en mi rostro.
La música no cesa, va al apagado ritmo de mis lágrimas, dejando surcos sobre mis mejillas coloradas.
Pálidos sentimientos como lunas llenas. Lunares como constelaciones en mi espalda.
Los últimos acordes suenan y me da miedo. ¿Que haré cuando esa voz suave deje de sonar en mis oídos? El silencio es un arma letal y mis dedos dejarán de deslizarse como trineos en la nieve por el teclado.
Respiro lentamente y suspiro con delicadeza, estoy cayendo, estoy cayendo. Siento que voy a...

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