lunes, 19 de diciembre de 2016

Los días contigo.

Qué bien verte cada mañana estirarte,
alcanzar con la punta de los dedos
la luz que desprendes.

Qué bonito aprenderte
a base de caerte encima,
de repetirme al escribir tu nombre tantísimas veces
de maneras tan distintas.

Qué sobresalto el de descubrirte
mirándome cuando no te he mirado todavía,
cuando ya has repasado cada uno de mis pliegues,
mis pestañas, mis cicatrices, mis heridas.

Qué espectáculo es despertarte
justo cuando empieza a levantarse el día.

Qué suerte cuando veo que me buscas
aun cuando acabas de comer(me),
cuando tienes hambre de mí
y solo te sacias al tenerme.

Qué triste, sin embargo,
cuando te alejas
dejándome ese vacío en el pecho
esa inquietud palpitante del lado izquierdo
que solo tú puedes hacer que cese.

Y, ¡de qué forma tan fantástica haces que cese!