lunes, 28 de noviembre de 2016

Loba y pájaro.

Soy un alma enterrada en la libertad del precipicio.
Soy quien no atreviéndose a volar, jamás dejó de batir las alas
pensaba que dolería más el golpe.
Por eso cuando me lo di
ni siquiera quise contar cuántos huesos me quedaban
y cuántos de ellos podían volver a ser los de antes.
No me interesaba.
Porque nada de lo de antes iba a seguir dentro de mí.
Porque hasta la más difusa lágrima era dolor a gritos.
Los silencios eran tensos.
Y la mirada cortaba más que los cristales de los espejos
donde estaba reflejada.
Me quedé tumbada
con la espalda rota
y la sonrisa torcida, abierta a la mitad.
Con el corazón en una mano
y las manos en el vacío
de ese círculo que envicia
al que llaman soledad.
Me dormí sedienta de un poco más.
Me escondía de los instantes
y de los imposibles.
De los impostores.
Y me abrazaba al suelo
repitiéndome que no podía haber nada más abajo.
Por eso cuando me tiré al olvido en sueños
desperté rodeada de lobos.
Oliéndome y aprendiéndome,
siendo una de ellos.
Perdí la razón y gané en instintos.
Me hice más yo de lo que nunca había sido.
Me hice.
Volví a relamerme los labios
y a recordar los sabores de las bocas
cuando hace frío.
Buscaba abrigo entre mis pliegues
y viento en las pestañas.
Conocí a la tormenta que llevo dentro.
Y me gusté.
Tanto que aprovechaba mi reflejo para recrearme
en medio de toda esa agua helada.
No me criaron pero me enseñaron
a no levantar el hocico si no es para alimentarme.
Y tenía tanta hambre
que cuando apareciste
no sé cómo me contuve para no devorarte.
Yo que siempre fui una niña
que no levantaba un dedo por satisfacer la mano entera,
vi en ti la anatomía de quien busca y encuentra,
del narco traficando con sonrisas
de fiera.
Trapicheo del más sucio y pueril
de las ganas de cerrar la puerta de la cueva
y no salir.
Eres deseo a las 3 de la mañana
cuando no puedes dormir.
Eres grito
bien entendido.
Eres marea que cubre cintura baja
y bote salvavidas olvidado.
Barco a la deriva derivando.
Eres misiva en botella del náufrago que nunca quiso regresar a casa.
Eres hogar
e isla desierta.
Eres masturbarse lento y sin prisa.
Eres gemido en noche trémula,
y lluvia contra tus pupilas.
Contra todo y contra nada.
Contra la pared,
contra la cama.
Eres oficina cerrada en pleno día.
Eres horario de apertura de madrugada.
Eres sin control, eres rabia.
Eres líbido y labia,
argumento que no calla
ni cuando quiero que me calles,
ni siquiera cuando no hablas.
Eres puta poesía
y obscenidad en boca de quien nunca supo cómo sabe el jabón.
Eres tan prohibido que me tienta alargar el dedo para salvar la mano entera.
Y para salvarme a mí.
Me despertaste en medio de un abismo
cuando me inyectaste tus endorfinas en vena.
Me despertaste y ya estaba volando
antes de darme cuenta
de
que
estaba
cayendo.