domingo, 27 de septiembre de 2015

Querer.

Socorro.
Sálvame de la nostalgia,
sálvame de la lluvia 
y del olor a invierno
y de los cantos
suaves
del tan
implacable
viento.
Sálvame del abrigo,
y de las gotas
de lluvia
en los cristales.
Sálvame del abrazo,
del yugo frío
de tus dedos
al borde 
de
mis
lagrimales.
Sálvame del instinto
del silencio,
de los gritos
y del ruido.
Sálvame de las sábanas,
de las gélidas
trampas 
mortales.
Y de nunca
encontrar a nadie
que sepa luchar
contra esta calma.
Sálvame de aquel
que me impida conocerme
y saber muy bien
quién soy yo
por dentro.
Y de no saber
qué hacer,
qué decir
cómo
llorar
si te pierdo.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Con las ganas

Clavando las yemas de tus dedos en mis lunares, 
enredar los míos en tu pelo. 
Mientras nos miramos, 
mientras me desnudas con la mirada y te acaricio con el silencio. 
Tu lengua y la mía juegan a esquivarse, 
a encontrarse, 
fundiéndose en una sola. 
Mi bello se eriza en cuanto te acercas, 
en segundos, 
suspiras mi nombre. 
Suspiro todo tu cuerpo, 
respirando tu perfume, 
acariciando mis costillas, desgastando tu piel. 
Tus labios recorren mis clavículas, 
mis ojos se hunden en los tuyos, 
y nuestras lágrimas se confunden. 
Y te pierdes entre mis piernas, 
y yo naufrago en tus omóplatos. 
Y escalo tu espalda, 
Respirando a la par. 
Suspirando a la par. 
Mientras jugamos a ser inocentes, 
te siento sonreír, 
y sonrío. 
Te hundes en mi pelo, 
hinco mis dedos en tu costado, 
apoyando mi cabeza en tu pecho, 
me miras, me derrito, te derrito, 
y nos fundimos en un solo cuerpo. 
Y en este momento, 
me moriré de ganas de decirte...
Que te voy a echar de menos. 
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viernes, 18 de septiembre de 2015

diez mil kilómetros

A diez mil kilómetros de su sonrisa todo parecía diferente.
Tal vez a solo unos centímetros habría resultado más fácil.
Su olor seguía despertándome de vez en cuándo, alguien con el mismo perfume que tu.
A diez mil kilómetros de tu pelo yo era la culpable de todo. De tus nudos, tus enredos, de mis llantos y mis risas nerviosas.
Tal vez en el parchís de tus lunares habría ganado yo.
A diez mil kilómetros, o incluso más, de tus labios un vacío me aplastaba el pecho, una canción deprimente me recordaba a ti. Como todo, vaya...
La noche se me hace pesada, humedezco la almohada, dónde duermo todos mis pensamientos. Todos mis tú.
Tal vez entre tus brazos sería posible calmar mi temblar.
A diez mil kilómetros de tu voz el invierno había llegado y solo se oían cañonazos.
Tal vez por pensar tanto tenía el corazón repleto de heridas.
Al fin y al cabo fui yo la que me largué, diez mil kilómetros que separaban nuestras bocas.
A diez mil kilómetros de su sonrisa fui consciente de lo mucho que te quise y me ahogo en lágrimas.
Tal vez en el pozo de tus ojos encontraría la manera de respirar bajo el agua.
A diez mil kilómetros de tu rechazo me quedé sola con un par de recuerdos.
Tendida sobre tu pecho esos recuerdos serían presente.
A tanta distancia resultó demasiado fácil entenderlo todo, cuándo desearía no entender nada, y estuve predispuesta a hacer cualquier tipo de locura, incluso más loca de las que hacía contigo.
A diez mil kilómetros de su espalda me rompí cada vez que caía en la cuenta de su ausencia.
Miedo, joder, miedo.
A diez mil kilómetros de cualquier esperanza me deshice en miedo sobre donde quedaron todas esas cosas que nunca llegamos a hacer.
Todas esas promesas.
A diez mil kilómetros tu olor seguía impregnado en mis fosas nasales y en mi ropa interior.
Irónico que llegué a odiar ese olor cuándo casi podía acariciarlo con las yemas de mis dedos.

A diez mil kilómetros de sus cicatrices desee morir, y tal vez lo hice; no fuiste mi error, joder, tal vez yo sí el tuyo.


martes, 15 de septiembre de 2015

Poema sin rima para mí misma.

Todo queda en recuerdos, frágiles.
Pendiendo del hilo de tu imaginación.
Echas de menos personas, momentos.
Echas de menos abrazos y olores.
Deseas que todo vuelva a estar bien, con la lejana certeza de que es imposible.
Deseas volver a ser dulce y confiada.
Pero fue tan simple cómo eso,
llegó te cambió y se fue. Para no volver.
Hizo añicos tu artística sonrisa.
Agarró tu mano, haciendo mil y una promesas.
Mil y una mentiras.
Fuera llueve.
Dentro de ti también.
Está cayendo una tormenta,
ni un rayo de sol; imposibilidad de arcoirís.
Lo echas de menos, a él, a lo que te hacía sentir.
Darías lo que fuera por saber que está haciendo ahora mismo,
en que está pensando.
Saber si él también te echa de menos.
Saber si coronas sus insomnios y apareces en las brumas.
Puedes que sea así, tal vez no.
Siempre has sido una persona difícil de querer.
Puede que no tenga la osadía de atreverse a quererte, más allá de la mierda que eres.
Quiero que sepas, que no vale la pena torturarse.
No volverá, o tal vez sí.
El tiempo, el destino lo dirá.
Todo pasa por algo, creeme.
Y eso de que hay mal que por bien no venga...
No hay mal que no te haga aprender.
Pequeña, sonríe.
Que ni la distancia ni el tiempo borrará todo lo que te hizo sentir.
Si la persona incorrecta fue capaz de hacerte feliz, aunque fuera por efímeros segundos..
¿eres capaz de imaginar lo que sentirás con la persona correcta?
Al final, todo lastima, pero debes valorar por quién vale de verdad la pena sufrir ese daño.
No te preocupes más.
Límitate a sonreír, aún sin ganas.
Y a soñar, aún sin poder dormir.
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domingo, 13 de septiembre de 2015

Mis brumas II

Me he llevado un palo. Uno de esos que me enciende una cerilla en el estómago y desata la locura en mi mente. El hilo de la pólvora que me recorre el esófago y provoca la explosión en mi lengua. Y mientras, esperando a nueva presa, los perros rabiosos que remuerden mi conciencia asegurándose de que no queda trozo de decisión del que arrepentirse.
Y yo aquí, esperando que rompas mis esquemas en un golpe de miedo. Que consigas que deje de hacerme la dura contigo. Que consigas provocar en mí más de un terremoto y una taquicardia.
Que dejes esa mirada de soslayo, que solo estás guapo cuando sonríes. Y no te pienses que entrecerrando los ojos y mordiéndote el labio vas a conseguir dejar de amedrentarme, o acabar conmigo.
Yo ya sé que te gusta cuando te pido que no me dejes y que me sigas hablando porque no quiero quedarme dormida. Porque las noches a tu lado han adquirido un olor a desvelo entre sábanas vacías.
Y me sigo preguntando cuántos vientos eres capaz de soplar para levantar tantas faldas... y sigues sin darte cuenta de que lo único que no te interesa es dejarte atar.
Cuántos temblores producirás entre piernas más infinitas que las mías. Y cuántos besos arrancarás en miradas cuando yo no estoy.
También me pregunto si estoy loca por imaginar que piensas en mí. Que te cuesta dormir por las noches con la idea de que no estoy a tu lado. Que te mueres de ganas de arrancarme las mías a mordiscos. O que me traerías el sol y la luna, aun sabiendo que yo solo quería unos pendientes. O simplemente que te preguntas en qué pienso cuando encuentras ese vacío tan inmenso al mirarme a los ojos. Me pregunto si te dará miedo o te gustaría atreverte a saltar dentro de ellos. Me gusta imaginar que te aterra conocerme del todo. Y que sueñas con recorrer las calles y avenidas conmigo a tu lado.
Si te preocupa el tiempo o qué hacer los domingos por la tarde. Si como a Extremoduro te aterra el punto muerto o como a Marea la luna te sabe a poco.
Si eres fan de mí, de mi manera de vestir, de cada gramo de mi maquillaje y eres fan de verme presumir.
También jugueteo con la idea de que te preocupe que yo llegue a faltarte. O de que pienses que tu vida ha cambiado en algo desde que me conoces.
A veces, también me gusta fantasear con que piensas que no me mereces, o que no me das lo suficiente para hacerme sonreír... aún no llevando más que la sonrisa puesta.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Blues

Déjame echarle una carrera al tiempo,
llegar antes que el sol
y doblar las horas
y que se tornen confusas
para volver
a estar contigo.
Déjame coger un trocito de tu tiempo,
sentir que soy mía
y no de alguien
que sepa distinguir
el oro y la luna.
Sentir que recompongo en versos
cada uno de los pedazos
en los que me partiste.
Y que tus manos calientan mi rostro.
Y que tus brazos me guarecen de la tormenta.
Y que la lluvia sigue cayendo.
Y que la lluvia nos moja.
Déjame sentir el vapor acristalado
de tus palabras
cuando hace frío.
Y ver la vida que pasa volando,
más rápida que el tren
que veíamos sentados en la estación.
Y que soñábamos con
acurrucarnos en la huída.
Déjame que piense
que aquello nunca ha sucedido
y que no necesito tomar aire antes
de atreverme a respirar.
Déjame volver a sentir el viento,
déjame tan bien como nunca lo hiciste.
"Déjame a la vuelta de la esquina".
-Suspiré yo
 antes
 de bajar del taxi.

domingo, 6 de septiembre de 2015

poema sin rima sobre el corazón roto

¿Y en realidad porqué lloro,
porqué sufro?
¿Porque me torturo día y noche?
En realidad, ¿porque sigue doliendo aún en la distancia?
¿porque tantos interrogantes que se clavan, que me ahogan?
¿porque tanta confianza evaporada, tantas promesas rotas de un golpe?
¿porqué seguimos queriendo?
¿porque seguimos buscando el amor?
Si al final del camino todo es lluvia,
todo truena.
Todo duele
Si siempre defraudará, nunca mejorará el argumento que imagines.
¿porque sigo removiendo mis decepciones?
¿porque mis ojos no se secan?
¿porque soy quién soy pero cada día más rota?
Y en realidad ¿dónde han quedado los buenos momentos?
¿dónde están aquellos sentimientos resucitadores?
¿aquellos segundos en los que te sentías plena?
¿de ellos hoy solo queda lo malo?
¿solo te has quedado con lo malo?
¿el resto lo han borrado tus lágrimas?
Es triste saber que no hay tregua,
los platos rotos nunca se podrán arreglar por completo;
tu tampoco.
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