viernes, 4 de abril de 2014

La belleza de lo simple.

Me dormí bajo un paraíso de estrellas. Cada cual más brillante. Cada cual más bella. Me acosté en la mollida arena, bajo el precioso recobijo de la cúpula celestial.
Me enfrasqué en miles de sueños maravillosos. Desde bosques encantados hasta el increíble paisaje de un mar azul pintado.
Un planeta diferente, donde en el corazón de la gente, no exista la maldad. O una joven ocurrente, con alas en su mente, y ganas de mejorar.
Unos ojos encerrados, en el oscuro pasado, con lágrimas de agua salada.



Desperté con el alma nueva. Bañada tal vez por el rocío. Ahora limpia y mejorada, ahora sin feos motivos.

Me levanté con sumo cuidado, no quería molestar al mundo, ese mismo mundo que tanto me había dado. Un ejemplo sería mis dos piernas y dos brazos, mi imaginación ilimitada.

Y como un carrete fotográfico que nunca se acaba, capté cada momento, como si mi mirada fuera una cámara. Noté la esencia del cielo, todo eso que me daba. El olor de la muerte, y la armonía de la vida, el acorde tan melódico de un nuevo amanecer. El estruendoso relámpago de una última puesta de sol.



O la esperanza de otra primavera más. Un diente de león arrancado en un jardín. Una nueva flor cada día descubrir. Una noche más de cálido contigo a mi lado, o una simple caricia sobre la palma de la mano. Llenar mi vida de belleza. Esa que esta en las pequeñas cosas, esa que ni se ve ni se toca. 

Otra privamera más con la simpleza de su ciclo. Con el florecer de sus cerezos, y el morir de lo que no es bello.

Quisiera ver reflejada en tus ojos, la intensa luz del sol. Decir adiós a las hojas secas. Pedir perdón con total sencilleza.

Tengamos la paciencia de dejar a la vida actuar. Dicen que solo de repente, podrás alcanzar, tu máxima felicidad. 
Pronto ten claro, llegará la estrella fugaz, la que cumpla tus deseos, la que te de la vida.


Que mi vida florezca,
que lo haga tu mente,
que se muera el invierno,
que la oscuridad enferme.