martes, 13 de mayo de 2014

Otro punto de vista


Desorientados, perdidos, buscan su sitio. Sociedades que castigan con el filo de la mirada gélida, la carencia del cariño y de la importancia de la vida. Y, sin embargo, aguantan a duras penas el frío de la indiferencia, soportan el peso de la culpabilidad ajena.

Ellos, que se dan cuenta de que la estupidez aumenta, y nadie lucha sino en vano por erradicarla. La idiotez incrementa y las lágrimas de impotencia son arrastradas por los mares del olvido, y se pierden en ellos. Nunca hay mañanas visibles, a estas alturas ya se pierde la esperanza. Nunca hay persona que quiera despertar para enfrentarse a la realidad que le toca. Y mientras el mundo huye de sí mismo, avergonzado por las vidas que se destruyen por salvar orgullo.

La oscuridad nos acecha mientras ellos están acostumbrados a vivir entre las sombras, ausencia de luz en sus vidas. Perspectivas que asombran, perfiles que apuntan a la maldad sin darnos cuenta, mientras ellos viven en los suburbios de los sueños.

Seguimos creyéndonos aptos para juzgar... pobres inocentes. Ellos pierden su pureza desde que la memoria les alcanza, aprenden a vivir entre las injusticias y lágrimas... porque no hay lugar para sonrisas.

Nos pensamos como los dueños de nuestro destino. Pero hay memorias que todavía recuerdan con dolor cómo sufrían por conocer sus destinos. Saber que aguantar un día más puede ser la mayor crueldad y tener que decidir entre abandonarte o abandonar...  Y terminar en depresión, indecisión, inseguridad y roto. Muerto por dentro y sin esperanza.

Pero eso no lo podemos saber. Ellos sí, porque lo viven. Ellos, los amigos de las sombras. Los fieles amantes de la noche y de los desgarradores gritos. Su amor es la vida. Su vida, su dolor. Trágicas víctimas de su propia pasión.

Respiran entre tragedias apasionadas cuando todavía se sienten capaces de abrir los ojos. Cuando todavía se sienten capaces de soñar. Pero despiertan para encontrarse el vacío.

Despiertan de la muerte para morir por dentro. Sueñan en pesadillas para escapar de sus temores. Gritan por dentro para poder callar su silencio. Viven en la más insólita de las paradojas. En una metáfora perfecta.