martes, 15 de abril de 2014

Viviendo en el miedo


¿El miedo? Una sensación, un estado mental, una ilusión de los mejores de los magos. Pero es tan real que resulta hasta tangible. Vivimos momentos en los que tal es nuestro miedo que no sentimos más que refugiarnos en nuestro propio llanto, o momentos en que nos quedamos quietos replanteándonos nuestra muerte más cercana.

"Notar el sudor resbalar por la piel, pequeñas gotas de esperanza que se evaporan con el aire, con nuestros suspiros de pavor, con nuestros anhelos de desaparecer. Sentir la respiración agitarse en lo más profundo de nuestro ser, intentar calmarla, mas no poder. Y no sentir nada más que la simpleza del propio pavor. Y continuar sintiendo cómo la tensión que se forma hace un nudo en la garganta, interrumpiendo el paso de las palabras que quieres que salgan de tu boca y que se liberen, retirando así las cuerdas que te atan al temor.

Tener miedo de algo físico, de algo que existe, de algo que puede provocarte las ganas de salir corriendo y de esconderte. De huir muy lejos y no volver, ganas de no querer sentir nunca más esa sensación de opresión interna, de nerviosismo intranquilo.

Porque cuando tienes pavor a algo físico es cuando te das cuenta del gran número de sinónimos que tiene la propia palabra "miedo", es cuando te das cuenta de lo estúpida que es la mente humana, con sus miedos irracionales, o quizás racionales, no lo tienes muy claro. Pero en ese momento solamente sientes tu muerte cerca, sientes que tus últimos segundos de vida se van acercando poco a poco, y cuando quieres darte cuenta, estas muriendo por dentro, una presión te invade y no eres capaz de seguir respirando. La adrenalina se junta alrededor de tu corazón, formando un muro que intenta protegerte. Pero este muro se derrumba ante la presencia del peligro. Porque la visión del peligro es de lo que más aterra. Y tú sigues viendo tu muerte avanzar. Entonces es cuando comienzas a sentir terror.

¿La muerte? Aunque así lo quieran negar, es más bien imposible no temer ante esta pericia del destino. La cruel perspicacia del tiempo, esos bellos aunque traidores últimos instantes en los que sientes tu vida terminar. En los que sientes tu corazón dejar de latir, porque, aunque nunca lo hayas vivido, ¿te lo imaginas?

Sí, lo haces. Y sientes tus últimas agonías acercarse a zancadas, y una increíble tristeza te abandona por dentro y te plaga la nostalgia y la incertidumbre. Y alrededor de tu pensamiento todo es oscuridad. Oscuridad y dolor.

Pero sin duda, el mayor miedo, es aquel de la decepción. No solo de sentirla, sino de convertirse en el semblante de la duda, de la discordia, de la impotencia y culpabilidad. Ser la sombra intranquila que llega a una vida, ser aquella que nunca en tu mundo debió aparecer, ser el motivo de tu arrepentimiento. Ser aquella a la que nunca debiste conocer.

¿O quizás es mayor el miedo a perder? El miedo a perder algo que ni siquiera existe, es también el miedo de rozar la locura por odiar, o rozar la locura por amar. Es el miedo de sentir impotencia cuando piensas en un ente inexistente, en una vida más allá de los sueños. Es ese miedo irracional cuando ves al verano terminar o cuando tus castillos en el aire comienzan a caer. Es el miedo a ver el sol ponerse, a ver el último atardecer. Es el terror de no volver a vivir nada. Es el pavor a no despedirse de algo que nunca existió."