sábado, 11 de julio de 2015

Sinking in a sea of tears.


Déjame decirte, antes de que dejes escapar otro de esos suspiros que tanto me gustan, que soy humana. Metida en un vaso con el agua hasta arriba, a punto de estallar. Que mi garganta no es eterna, y mis sollozos son cortantes, tanto como el cristal.

Permíteme que te diga, incalmable destino, o imperturbable, quizás, que ardería en llamas incluso vestida con mi traje de piel ignífugo para demostrarte que te equivocas. Que a cada persona que tocas destrozas como si se tratasen de débiles hojas, en su continuo gemir del viento... en su continuo palpitar.

Quiero decirte que estoy cansada. Cansada de aguantar noches en vela sin salida, noches en las que ni yo misma sabría pronunciar mi nombre. Estoy fatigada de subir las cuestas que me pones, de cantar hasta desgañitarme la garganta, hasta romper cada una de las fibras que me atan a la cordura, aquellas que me separan del abismo de locura que son sus ojos almendrados.

También que estoy cansada de vivir sin nadie a quien contarle que tengo miedo al tiempo y también a algunos sentimientos como todo al que se refiera amar.

También que no quiero quedarme más con las ganas. Con las ganas de salir a manifestarme en sus labios aunque a veces no me comprendan. Con las ganas de detenerlo todo un segundo y solamente volver a empezar. Con las ganas de hundirme en sus tatuajes de piel, de contar sus lunares y que estos me guíen para caminar de frente. Con las ganas de desestabilizarme cada vez que sonríe o cada vez que arruga la nariz. Tampoco quiero quedarme respirando el anhelo de la música que con sus pasos toca. Ni quiero seguir acariciando sábanas vacías llenas de promesas sin cumplir.

Quiero decirte que me ahogo en este mundo, en medio de este caos infinito al que nos gusta llamar realidad. En este caos en el que no hay esperanza. En este caos situado en este trozo de cielo que tantas veces hemos intentado alcanzar con los dedos.

Y no quiero pensar en más irremediables futuros que tejes mientras te aburres jugando a los dados con el mundo. Con el mundo que tan en contra tengo a veces y otras también.

Déjame solamente tener la oportunidad de curiosear su infierno un poco más de cerca, de inhalar su humo exhausto de tanto caminar solo. Déjame un minuto de poder sentir su tacto sin estar metida en otro de mis sueños en los que recorro con las puntas de mis deseos cada milímetro de su tez, en los que cada lágrima que de sus mejillas se escapa es otro motivo para evaporar la pena con el vaho de los cristales de mis ojos, ya rojos de vivir entre tanta sal.

Déjame profundizar en este mar muerto hasta que por fin pueda morir en paz.