domingo, 25 de mayo de 2014

La fachada perfecta

Tras aquella fachada perfecta, extrovertida, risas, belleza, se encontraba aquella insegura aún niña, con miedos y angustias. Me dolió que te hicieras la dura para ocultar tus sensibilidades, que crearás una burbuja de falsa perfección para tapar tu verdadera identidad. ¿Qué extraña fuerza había hecho tales cambios en ti? Tal vez la presión de los demás, esas personas que te obligaron a ser como ellos querían que fueses. Y los seguiste, a tientas, como una ciega, construiste tu nueva personalidad.
No dejaste que una nueva bombilla se encendiera en tu interior, decidiste recorrer ese camino a oscuras, tu sonrisa ya no alumbraba, tu mirada estaba cubierta por capas y capas de mentiras que te impedían ver la realidad.
Y ahora mírate, corriendo por la arena sin dejar huellas, acabarás por morir sin dejar tu esencia.




Me costaba demasiado reconocerte en tus actos, en el aura oscura que te rodeaba, ¿ocultas tus miedos para parecer fuerte?


Tu eras perfecta, tu simpleza, tus defectos, eso te hacia la persona ideal. Ahora no eres más que otra igual, poseída por las tentaciones del mundo, carente de ilusiones o esperanzas, viviendo la vida al límite sin prudencia, rompiendo ventanas, rompiendo puertas, ¿no puedes esperar a que se abran, a que te lleguen esas oportunidades antes de rechazarlas?




Yo te habría prestado mi ayuda cuando me la hubieras pedido.

Y ahora mira, el terremoto ha terminado de destruir tu fachada perfecta. Y la desnudez, la suavidad de tu piel límpida por tantas tormentas y lluvias torrenciales, ha salido a la luz quien verdaderamente eres. Y tras el invierno llegó la primavera. Pero las flores no decidieron salir ese año, tu ya no estabas para regarlas, para disfrutar de sus colores y olores, para escuchar la melodía de los pájaros o para sentir la ligera brisa de las noches estrelladas.
La persona a la que queríamos ya no está.
Ahora eres otra.
Y me duele tanto...





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