domingo, 1 de febrero de 2015

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Fotografías en blanco y negro.
Que son capaces de mostrar más sentimiento que realidades.
Bohemios puñados de humo,
en oscuridades propias, en miradas que brillan más allá del papel,
y casi podemos deshacer su nudo de tristeza con nuestras manos.
Tomas de sonrisas espontáneas,
por sorpresa, recuerdos que cuelgan de paredes corroídas,
nunca cambian, siempre quedará esa sonrisa plasmada,
no hay forma de borrarla.
Lágrimas espaciadas, tiempos que se expanden,
arrugas que surcan rostros viejos,
capturas que permanecen con la misma juventud,
de una mirada salvaje y un cabello liso y largo,
en blanco y negro, en negro y blanco.
Y más allá del papel, aún se huelen las rosas frescas en su cuello,
la manzanilla en su pelo,
su crema esparcida por el cuerpo,
las marcas de su desvelo dibujadas bajo sus ojos,
sus manos entrelazadas al rededor del cuello.
Dos bocas que se juntan en un beso, y para el resto de la eternidad,
esas bocas seguirán juntas por el dichoso que calcó el botón en el momento justo,
aunque el amor se rompa,
fotografías en blanco y negro para las que no pasa el tiempo,
que no envejecen ni cambian,
que son inmortales, aunque muera el sentimiento que en ellas se refleja,
seguirá captado, como un fantasma traslúcido,
latiente en su pecho, enredado en su pelo,
colgando de su pared.







tabúes II

Existo y luego pienso.

Sobre todo aquello que nos condiciona a vivir,
el cuerpo humano es una escultura
modelada, de diferentes colores,
texturas y sabores.
Es una partitura en clave de sol,
o de fa.
Y si lo tratamos como un tabú,
solo conseguiremos menos educación,
más degenerados, más dañados.
Así que, hablemos abiertamente,
enseñémonos,
aprendamos los unos de los otros,
juguemos con nuestras diferencias,
y mostremos que lo único que nos diferencia
al hombre y a la mujer,
es un mínimo detalle que se esconde entre nuestras piernas.
Y gritemos lo que somos,
y lo que pensamos ser.
Deshibemonos, encontremos a nuestro igual,
sin deshechar a aquel diferente,
destapemos trozos de piel prohibidos,
y no nos avergoncemos,
no tenemos motivos, todos somos perfectos,
todos. Absolutamente todos,
en nuestra diversidad,
en la gordura y la delgadez,
en nuestra entrega,
en el físico y en lo moral,
que tabúes ni que historias,
llegamos al mundo por un motivo,
de una forma,
de un amor o de una noche apasionada,
existimos para pensar,
pensamos para existir,
dejemos de juzgar, de tratar, de ridiculizar,
todos nosotros tenemos derecho a enseñarnos,
a mostrar nuestra perfección,
nuestro sexo,
nuestra obra de arte.
Nuestra escultura.
Tenemos derecho a marcar nuestros cánones de belleza,
aquellos que se adapten mejor.
Y quien quiera cerrar los ojos, vía libre.

Lo que más me duele es que la sociedad critica aquel que muestra su cuerpo pero no a aquel opresor que dictó que la desnudez era obscena y vulgar.