sábado, 1 de agosto de 2015

Seis años después

A veces me quedo hasta la madrugada leyendo y releyendo un cuaderno de frases que escribí en otra época. Cuándo todavía estaba hecha de retazos de poesía.
Algunas esconden detrás melodías, otras esconden los ojos brillantes de alguien que en otra época me perteneció.
Algunas esconden risas, esas risas a través de las cuales el destino me pedía perdón por su crueldad conmigo.
Algunas son tristes cómo la vida misma, y otras sencillas, sin artimonias.
Algunas son delicadas y suaves, acarician el alma.
En fin, todas te resumen.
De la forma más complicada que hay de definirte; con palabras.
Definen el silencio que existía entre nosotros y no importaba, porqué era precioso y valioso. Un silencio que en vez de romper intentábamos alargar.
Porqué habíamos entrenado con los días y las noches un lenguaje de miradas longevas, eternas, silenciosas. De pestañeos y sonrisas, que constituían nuestro íntimo diálogo.
Recuerdo cómo medíamos el tiempo por los látidos del otro, tus segundos corrían, los míos eran pausados.
Acelerabas mi pulso.
Ralentizabas mis reflejos, aumentando mis deseos y despertando todos mis instintos.
Tu boca era el sexto sentido dónde derretía mis quizás y agotaba mis miedos.
Tu pelo era una enredadera y recuerdo que me aferraba a él cómo si de él pendiera mi vida.
En cierto modo así era.
Necesitaba tu olor para desistir de mis intentos de encontrarle un lado positivo al mundo, tú creabas un mundo diferente en el que todo era positivo.
Recuerdo que estaba tan convencida de tu incondicionalidad que me rebelaba contra el amor que sentía, negándolo a ratos, tratándote como si no fueras nada.
Sabía que siempre me perdonarías, porqué me querías. Y si la cosa se complicaba volvía a ti, días más tarde, con una nueva frase que pintar en tu pared y mil perdones.
Lo curioso es que los admitías sin cansarte de mi cambiante humor.
Pero en cada una de mis rabietas el amor se desgastaba un poco más.
Y terminó por quedar roído.
Y ahora, tras esas mil frases que tal vez sigan pintadas en tu pared se esconde mi verdad.
Verdad de la que no queda ni estela, ni ceniza.