martes, 27 de mayo de 2014

No por mucho madrugar

A pesar de todo, de todos, de los vacíos, de los momentos de éxtasis, de derrumbamiento, de gloria, de sufrimiento... a pesar de todo sigo viendo lo mismo. A pesar del tiempo, del aire, de nuestro movimiento, de nuestros viajes, nuestras huidas y nuestros recuerdos... la esencia sigue siendo un todo, la sigo compartiendo. Porque nada cambia, y nada vuelve. Nada sigue, nada muere.
Sigo viendo que cometemos los mismos errores de siempre, sigo sintiendo dolor cuando veo que lloráis, sigo derramando alguna lágrima cuando os veo caer, sigo decepcionándome cada vez que me busco, me busco y no me encuentro. Me pierdo y me desoriento, me miro... no me veo. No me reconozco entre las sombras, no consigo descubrirme a mí misma y espero y cuando espero desespero intentando buscar un resto de mi antigüedad... me echo de menos a mí misma, he llegado a sufrir por mi ausencia. Sentir por la noche mi cama vacía porque se ha ido mi inocencia. No sé si estoy asustada, no sé si tengo miedo, no sé muy bien qué quiero... no sé. Yo ya no sé nada.
Pienso en el número de veces que, en mi vida, habré pensado en el futuro. Deseando que mi presente se terminara para alcanzar mis sueños. Porque he llegado a tocarlos, a sentirlos realizarse. Pero no he sido lo suficientemente valiente para perseguir muchos de ellos. Ahora me veo sola, porque no soy siquiera capaz de a mí misma aguantarme. Los nervios se traicionan y mi infancia se marchó para no volver. Decidí conocer los planes del destino y me fui a buscarlo. No supe que cuando me fui a buscar allí lo perdí  todo. Empeñada por saber, por el ansia de conocer y no conocer límites del conocimiento, la sed de las ideas e deseos. Una gran lista en mi mente que llegó a cambiar la información que tenía escrita en la frente. Llegué a cambiar mi propio ser por llegar a alcanzar un ente que ni siquiera mi felicidad consigue llenar. Emprendí mi propio viaje, cogí velocidad para volar y me estrellé contra el suelo de la fría realidad. Y nunca sentí tanto dolor en una caída, nunca fue tan difícil reponerme. En esa caída fue cuando comencé a sentir esa falta dentro de mí. Comencé a añorarme, a fantasear con que me desprendía de mí.
El destino ya lo conocía, estaba viviendo cada día a su lado, lo cambié por desafiar al mundo, algo que nunca debí haber comenzado... ahora me arrepiento y lloro, con la soledad con la que lo hace un niño desconsolado. Sin más abrazo que el del frío suelo... el frío suelo del fracaso.
No contenta con la vida que obligué a desafiarme, decidí sufrir por mi pasado. Me paré a rememorar en lugar de escribir otro recuerdo.

Por eso sigo viendo lo mismo, vivo anclada a un pasado triste y emborronado



 

. Me pregunto si algún día lograré vivir de nuevo. Aunque solo sea de vez en cuando.