domingo, 17 de enero de 2016

Tu arte de callarme.

Es de noche. Está oscura el alma y hay silencio. Ausencia de verbas en el aire. 
Duele la conciencia y pierdo la noción del tiempo soñando que me encuentro pensando en la galaxia infinita de tus ojos.
En lugar de estar aquí, estar allí, contigo. Dejando las horas pasar al intentar dormir a tu lado y no conseguirlo. Empezando a confundir tus besos con mi piel, dejando que se fundan entre los extravíos de mi memoria. El sudor y la saliva mezclándose, corrompiéndome el sentido al sentirte más que nunca.
Que el traje sea un lastre, al igual que la vergüenza. Que nos dejemos de ansias de susurros roncos que rompen el continuo espacio. 
Un universo que empiece donde terminan mis límites, donde siempre haya un lugar más allá. Vías de escape leídas en lenguaje de signos, señales de humo. Explosiones de pólvora y deseo, encendidas con el combustible de tus labios. Tu olor impregnándose en mis manos, en mi tacto, en mí.
Y que no haya sonidos que me gusten más que los que producen tus cuerdas vocales o tus dedos, desabrochándome.
He sido yo quien ha descubierto que no existen siete mares, navegando por tu espalda he inventado el octavo. Y sé que ningún marinero podría llegar a ser pirata si nunca ha surcado esas aguas, ni le ha alcanzado la tempestad entre tus piernas. 
En la arena de tu costado he dejado mi marca. Heridas de placer hundidas entre cada muestra de cariño de tu coraza de hierro.
A la espera de que la marea intente borrar mis huellas me quedaré esperando.
Solo hasta que te des cuenta de que he atracado en tu puerto el barco y he levado anclas. 
Estoy dispuesta a hundirlo si me das cobijo en tu abrazo. A olvidarme de las metáforas de los océanos si me invitas a tripular tu sonrisa. A dejar en paz al mundo y a los navíos que tantas veces me han impartido daño si me lo pides.
Estoy dispuesta a todo si tú me lo pides.