viernes, 10 de octubre de 2014

Alerta

"Recordaba cuando estaba esperando a que salieran por la puerta. Movía la pierna con señal de impaciencia sentada en la butaca azul del hospital.
Ahora la gente me mira y se aleja de mí. Al principio me preguntaba por qué, pero después desistí al ver que no encontraba ninguna respuesta en aquellas miradas.
Realmente, no encontraba respuestas en ningún sitio. Algunos valientes incluso evitan mirarme, como si por mis ojos se fueran a contagiar de lo que Dios quiso que tuviera. Probablemente no lo saben. No saben o que duele que te marginen sin más, sin pensar en cómo debe doler el pudrirse por dentro. Sin ni siquiera poder hacer algo para evitarlo.
Estás aislado, pero su escepticismo te anula. Había veces en que la impotencia me podía, veces en las que apretaba los puños y lloraba a gritos. Daba golpes contra todo hasta que sentía que la sangre volvía a fluir en mi interior.
Ahora, tumbada sobre ese pequeño trozo de colchón, ni siquiera puedo confiar en lo que mis padres me dicen. Hace semanas que nadie me da un beso, que nadie me acaricia y que nadie me sonríe. Todos me escrutan desconfiados, como si los fuera a traicionar. Y yo solo quiero saber qué ocurre a mi alrededor. Qué ocurre en mí.
Cada día estoy más débil y no sé si podré aguantar en la ignorancia. Gritar por saber las respuestas ya no me conviene. Hay días en los que me cuesta articular las palabras. Es duro, radical. Pese a que sea progresivo es frustrante ver cómo empeoras. Y ver que a nadie más le importa salvo a ti. Y mientras preguntas y preguntas, te cuestionas a ti mismo. Y ni un gesto te da la respuesta. Me peleo conmigo misma y con mi mente, que me convence de que todos me mienten.
Y no es agradable ver cómo las personas se asustan de ti y no de la enfermedad. Cómo se preocupan más de otras cosas que de su propia seguridad. Es horrible para mí, provoca en mi corazón sollozos.
Lo peor de todo es el lugar. Estamos todos agolpados sin posibilidad de salir. He visto muertos. Muchos, demasiados. Cada día perdemos más y más esperanza. No consigo conciliar el sueño escuchando los quejidos de todos los que están a mi alrededor. Y si duermo no tengo más que pesadillas en las que actúan como protagonistas los recuerdos almacenados en mi memoria.
¿Sabéis lo que es no saber responderte a ti mismo sobre cómo estás? Llegué a inventarme un método para conseguir enterarme de mi debilidad. Comencé levantando el brazo derecho por encima de la cabeza, ahora ni siquiera soy quién de mover la muñeca.
No sé, a veces me da por pensar, de esas veces en las que siento que voy a morir. En las que me da la sensación de que mi corazón se va a parar, y creo que ese es mi temor. Saber que son mis últimos instantes y no tener oportunidad de seguir luchando.
Pienso en todos los sueños que alguna vez tuve. Yo solía pensar en el día en el día en el que me graduaría, el día en que me casaría y mil cosas más que no puedo escribir. Ahora no tengo esperanza de llegar a terminar este día.
Algo me oprime, algo me hiela, mi sangre se condensa y mi alma vue"