domingo, 30 de noviembre de 2014

Slay

Salí de casa.
El abrigo no bastaba para proteger mis debilitados huesos del frío. Sirviendo de mínima barrera, de frágil escudo sostenido con los finos hilos de mi conciencia.
No sabía por qué, pero la tos se me había pasado con el portazo. Como si hubiera dejado mis fuerzas tras el umbral. Mis gritos, mis lágrimas, todo.
Me había desnudado y no sabía por qué. Mi había dejado acariciar y no sabía a quién le cedía aquel privilegio.
Quizás en el fondo sospechaba de sus constantes visitas al espejo, salidas a la farmacia y frecuentes sonrisas en su cuello.
Fui tan inocente, que me dejé perder en sus manos; cuando sentados sobre el lecho me mirabas y yo, vulnerable, le susurraba "Dime dónde está el sol".
Me contestaba que en mis ojos. Entonces me besaba con la dulzura con la que sutilmente mentía bajo las sábanas.
Solamente buscaba cobijo, un corazón latente que me pudiera albergar.

Pasaban los días, las tardes y las noches en vela, soñando despiertos.
En mi corazón sentía que lo quería y, cada vez que su piel rozaba la mía, se afianzaba.

Un día desperté y su calor se había esfumado. Sin darme explicaciones para entenderlo dijo que lo había cansado. Me acerqué, y al aproximarme lo sentí cada vez más distante que la primera vez. Le tendí mi mano pero se evaporó.
Y con el tiempo que me había dejado para pensar, comprendí por fin su toxicidad. Como si, de pronto, su veneno hiciera efecto en mi mente.
En sus ojos solo encontraba los míos. Como si el sentimiento que en ellos llevaba hubiera desaparecido; olvidando por completo mi olor y mi pasión. Como dos niños jugando a quererse.
Me gritó. Me dolió.
Y lo demás fue indescriptible, porque me apuñalaba poco a poco... haciendo que me sintiera indefensa, encerrada en mi locura.
Caminaba despacio. No había prisa por llegar a ninguna parte. El frío se apoderaba de mí. Ni siquiere hacía un esfuerzo por mantenerme despierta, como si siguiera creyendo que volvería a casa. Como si aquello no importase.
La mayor extrañeza llegó cuando me di cuenta de que caminaba encima de mi propia sangre.

Me desperté al escuchar mis gritos de dolor.