domingo, 1 de febrero de 2015

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Fotografías en blanco y negro.
Que son capaces de mostrar más sentimiento que realidades.
Bohemios puñados de humo,
en oscuridades propias, en miradas que brillan más allá del papel,
y casi podemos deshacer su nudo de tristeza con nuestras manos.
Tomas de sonrisas espontáneas,
por sorpresa, recuerdos que cuelgan de paredes corroídas,
nunca cambian, siempre quedará esa sonrisa plasmada,
no hay forma de borrarla.
Lágrimas espaciadas, tiempos que se expanden,
arrugas que surcan rostros viejos,
capturas que permanecen con la misma juventud,
de una mirada salvaje y un cabello liso y largo,
en blanco y negro, en negro y blanco.
Y más allá del papel, aún se huelen las rosas frescas en su cuello,
la manzanilla en su pelo,
su crema esparcida por el cuerpo,
las marcas de su desvelo dibujadas bajo sus ojos,
sus manos entrelazadas al rededor del cuello.
Dos bocas que se juntan en un beso, y para el resto de la eternidad,
esas bocas seguirán juntas por el dichoso que calcó el botón en el momento justo,
aunque el amor se rompa,
fotografías en blanco y negro para las que no pasa el tiempo,
que no envejecen ni cambian,
que son inmortales, aunque muera el sentimiento que en ellas se refleja,
seguirá captado, como un fantasma traslúcido,
latiente en su pecho, enredado en su pelo,
colgando de su pared.







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