viernes, 6 de marzo de 2015

Amencer


As autoras deste conxunto de relatos somos Susana (click, click), e mais eu. Podedes leer en wattpad o en calquera dos dous blogs. 

¿Leer a primeira parte? Aquí

1.Sinopse:

Unha colección de pequenas historias interconectadas entre sí. Cada historia trata un tema, e esos temas sempre pertencen aos meus maiores medos, aínda que o meu obxectivo sempre é a libre interpretación das historias. Cada unha delas consta de, polo menos, dúas partes, divididas en números romanos. A primeira sempre é un texto inicial no cal se trata o tema no que se falará a continuación no resto de partes, que son a historia en sí. As historias están incompletas, e teñen un final aberto, para deixar que ti, o lector, imaxines esas partes. Porque estas historias, estes medos, estes personaxes, e todo o que sae desta miña cabeciña realmente non me pertence a min, senon que é todo teu, meu lector.

2. Dónde podo lela?

a) No meu blog clicando aquí.

b) En wattpad.


  E cando todo o que tes é
a pel espida, o corazón latexento e roto,
soa e triste mirada vacía,
na sensación estraña pero familiar de soídade,
e con esta mesma  como única compañeira.
Inseguridade percorrendo as costas como calofríos,
sedentos de facer dano.
Abrir feridas.
Encoros de medo deslizándose polas rubias meixalas.
Prexuizos en cuestión.

I


El nerviosismo crecía en su interior y algo se removía. Recordaba aunque no quería, y se estremecía en el acto.
Eran sus ojos los que ardían, en fuego lento y constante. Y quemaban a todo aquel que la avergonzaba.

-¿Me pongo el azul o el rojo?

Antía, tras un breve silencio miró a su amiga al no recibir respuesta.
La encontró despistada, con la mirada y los pensamientos perdidos en un punto más allá que el color del jersey.
Suspiró exasperadamente.
Xela giró la cabeza, solo un poco, hasta que sus ojos se cruzaron y bajó la mirada. Eso era un indicio de que algo le pasaba, no estaba bien. Incluso sus ávidos ojos oscuros lucían más apagados que de costumbre.
Antía dejó a un lado las prendas y se acomodó a su lado.
Le faltó tiempo para ver las pequeñas gotas cristalinas que resbalaban por las mejillas de su amiga.

-¿Estás bien?- le dijo.
Era una pregunta estúpida, cuya respuesta flotaba en el aire. No. No estaba bien, en la estancia faltaban los acordes armónicos de su voz. Así que no. No estaba bien.

El motivo estaba impreso en una parte de su ser, casi sin tinta, como sellado en sus carnes. Imborrable.

Y es qué llevaba horas pensando, dándole vueltas. Pero no sabía como expresar en voz alta todos aquellos miedos que habitaban en su distorsionada mente.

-Vuelvo ahora.- dijo Xela antes de escapar por la puerta.

II

La noche anterior...

El explosivo estaba en sus manos. Lo sabía.
Lo sabía, principalmente, por el hecho ocurrido la noche anterior.
El explosivo era ella.
Nadie más era el problema.
Sus estúpidos conflictos internos desde que aquello ocurrió.
No era más que un inocente destello, En aquel nombre, en aquel carácter que parecía indicar que todo le importaba una mierda. Que así era.
Y mientras tanto, mientras ella lloraba encerrada en una sucia cabina del baño de aquel estúpido local escuchaba sus gritos en la terraza.
Sin embargo, sus lágrimas no se contenían, salían a borbotones de sus ojos, semejando lluvia en abril.
Estaba borracha cuando todo ocurrió. No tenía control de sí misma. Por eso, minutos más tarde, ya calmada lo encontró apoyado en la barandilla del bar, no encontró ni rastro de aquella muchacha de estilo punk con la que tiempo antes ligaba.
Miró dos veces a su al rededor,esa zona estaba vacía a excepción de aquel chico misterioso, por eso, sin pensarlo lo agarró por la melena rubia y plantó su boca entrecerrada en la de el.
Daniel se separó segundos después.
Estaba confuso.
Pero no debido al alcohol, si no a aquella inesperada muestra de atracción.
Al fin y al cabo, a pesar de su mohín melancólico y su aspecto aniñado, Xela no era una joven fea ni mucho menos, bajo su falda de tartán se escondía un físico espledoroso de deportista.
Daniel, tras la confusión inicial se acercó a Xela, que había perdido por completo el autocontrol.
Apenas se estremeció cuando el chico introdujo su mano sudorosa por dentro de su falda y acarició su piel desnuda.
Xela se dejó llevar, el alcohol corría por sus venas, aplastaba sus emociones y su timidez. Dejó que el chico acariciara cada centímetro.
No recordaba nada, tan solo que su amiga había montado en un coche negro y estaba sola con un casi desconocido.
Daniel siguió acariciándola, le hizo sentir como en el cielo, además de adulta y especial.
El chico se puso en pie y tiró de Xela hasta sacarla de aquel local y llevarla a un lugar aún más vacío y oscuro.
¿Es posible percibir el peligro con litros de vodka circulando por tu cuerpo?

III

Amaneció sola, cansada y confusa.
Sobretodo cansada y confusa.
La soledad podría omitirse, porque estaba acompañada por la vergüenza y el miedo.
Prefería no recordar.
Lo prefería, pues llegó a verlo todo con claridad.
No sabía como había llegado hasta su casa. Si por ella fuera habría permanecido allí, toda la noche.
Pero ya más despejada, sentada en el porche se dio de la estupidez que había cometido.
Se limitó a cerrar las ojos y frotarse la cara con el dorso de la mano.
No sabía quien era.
Se había perdido por completo.
Por eso se sumió en la inconsciencia, en la ignorancia, en el olvido del dolor.
El no saber es la mejor forma de no sufrir.
Ella lo sabía. Mejor que nadie.





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