viernes, 3 de octubre de 2014

Cómo salir de Roma. Cap. 2

Llegué a mi casa, apestando a inseguridad y a tristeza contenida. La llave vieja de mi casa de alquiler se quedó atrancada en la cerradura. Una forma como otra cualquiera de pisotear aún más los restos salpicados de mi alegría en el día.
-Vamos, ¿no te pondrás a llorar ahora por que la llave no gire? Esta bipolaridad tuya no me gusta.
-¿De verdad sigues? Me acaban de dejar, estoy destrozada. Sola, sin nadie, ¿entiendes? Ah, no, no entiendes. Tú nunca entenderás lo vacío que te sientes cuando no tienes a nadie con quien contar. No tienes alma. No puedes sentir nada. Eres una insensible parte de mí. Recuerda que mis fallos son también tus fallos. Y desde que mi otra parte se fue, estamos tú y yo. Así que deja de ser tan asquerosamente impertinente y no me hundas más.
-¿Hundirte? A ver, despierta de una vez. Esto es la realidad. Tu tristeza no son más que falsas apariencias impuestas por la sociedad. Si te dejan, tienes que estar tan humilladamente destrozada como para que todo el mundo quiera animarte. Quieres ser el centro de atención por unos momentos. Es normal... es normal... dentro de este estúpido mundo de humanos.
Resoplé. Resignada. Pensé durante un momento en aquellos m
omentos en los que mi cabeza se dividía en dos. Recordé el día que se fue...
"Ese día, al despertar, sentí que una de aquellas dos partes se alejaba. Como si hubiera cogido un tren de alta velocidad, o como si una cama acolchada se alejara montada sobre unos monopatines. Muy expresivo, ¿no? Pero era como una sensación suave y nítida de ese alejamiento que raspaba dentro de mí.
Empecé a gritar cual descosida en mi habitación. Me dolía tanto la cabeza que creí que iba a morir desangrada por dentro.
-¡¿DÓNDE ESTÁS?! ¡¿A DÓNDE TE HAS IDO?!
-...
-¡SÉ QUE ESTÁS AHÍ! -dije mientras saltaba en círculos como si estuviera buscando algo. Era como una cruel mezcla entre gallina y peonza. Cada vez que me acuerdo de aquella imagen siento vergüenza de mí misma.
-Se acaba de marchar. ¡Felicidades! Se acaba de marchar tu parte favorita, ¿qué se siente al saber que nunca podrás volver a criticarme a mis espaldas? Bueno, a mis espaldas no, porque os oía perfectamente, pero, oye, está bien eso de vivir al límite.- me dijo la negatividad "almificada".
-Vete tú también. Estoy convencida de que estas voces que oigo no son normales, ¿seré esquizofrénica?
-Si lo eres no quiero estar aquí cuando lo descubras. Ahora que se ha ido tu predilecta, ¿piensas escucharme alguna vez?
-Deja de ser tan cínica.
-No creo que sepas ni siquiera lo que significa eso.
Y no, no lo sabía."
-Oye, creí que ibas a acabar tu pensamiento con un: ahora veo lo equivocada que estaba... o algo en plan peloteo. Sé lo que piensas en realidad, pero me gusta que me doren la píldora. No está mal. Déjame disfrutar de esta vida que me das.
-Déjame ya. ¿Qué hago?
-¿Tengo que pensar también por ti? -dijo con retintín.- Qué desastre... Te voy a dar una pista. Si tuviera brazos señalaría. Ventana.
Tras la aventura que prefiero no relatar que casi acaba con varios huesos rotos, un infarto vecinal y una ventana destrozada. Desperté con sabor amargo en la boca. Como si alguien me hubiera metido café mientras dormía. O me hubiera emborrachado en lágrimas.
-Dios, qué cursi eres. Deja de ser tan falsa, por Dios. Ah, antes de nada, tuitea lo mal que estás, por favor. Que no se lo pierdan, va, vamos, va.
Puse los ojos en blanco. Me senté en la cama y pensé que mi trabajo no me ataba, que todo me traía recuerdos y que la vida es un asco. Una forma de ser radical. Estuve valorando el cortarme el pelo o cortarle a él la cabeza. Muerto dolería menos
-Hazlo, hazlo, hazlo. -dijo, aclamándome.
Ignoré su estúpido comentario.
Me levanté y me acerqué al ventanuco de aquel destartalado apartamento. Hacía un día nuboso, el cielo estaba encapotado y ni siquiera los coches tenían la capota echada. Pobres inocentes.
Caminé un rato por el loft, si se le podía acuñar un término tan moderno. Y sentí que no pintaba ni dejaba el pincel.
Quería salir de aquel pueblucho. Quería ser de otra parte. Cambiar mi pasado aparente. Lo pensé mientras recogía mis cosas.




Cogí las maletas y me largué.

Caminando sola hasta la estación de autobuses.

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