Decidí no luchar, era el último juego. Los últimos cañonazos. Los últimos suspiros para algunos. La guerra continuaba. Y aquello se asemejaba a una película de ciencia ficción cuyo nombre no recordaba.
Me acomodé en aquel mínimo espacio, escondido.
En mi cabeza la imagen de aquellos cuerpos inertes.
El sonido de los cañones resonó a lo lejos acompañado por gritos humanos.
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral.
Los ruidos se acercaban cada vez más. Escondido en mi cueva tal vez moriría o tal vez no.
Helen llegó a duras penas. Vi en sus ojos el oscuro destelló del dolor. Respiraba agitadamente. La besé. Me abracé a su cuerpo buscando un consuelo.
Una voz femenina suplicó en el bosque hasta que se apagó por completo.
-Han conseguido derribar a los guerreros. Están dentro del pueblo. Mi madre ha muerto y yo no duraré mucho más.
-Tu madre ya se ha estacionado en eo cielo como una estrella. Aquella tan brillante.
-La echo de menos.
Bajé la mirada...
"Es ahora o nunca. Debo decirle que es lo más importante de mi vida. Que sin ella no podría vivir y preferiría estar muerto. Que me colocaría frente a los cañones por ella."
Los minutos trascurrieron.
Otro cañonazo. Era ahora o nunca y ese cañón decidió que fuera nunca. Y en aquella cueva, dos cuerpos unidos, dos cuerpos abrazados. La luna y el mar, siempre juntos, a dondr va uno va el otro. Influyendo en las mareas.
Y es por eso por lo qur la dulce Luna atrae al valiente Mar.
Vaya, es realmente triste y te ha quedado muy bonito :)
ResponderEliminarUn beso ^^