
Querer... quiero tantas cosas.
Amor material, como una antigua herida, pero que continúa sangrando en su
interior. Alcanzar el dinero, simplemente un puñado de promesas vacías.
Y yo, vulnerable como una
delicada mariposa. Creyéndome fuerte, creyéndome sincera. Ahora me veo a mí
misma como a una sucia mentirosa. Tejiendo una red con mis falsedades, con un
hilo infinito. Quizás tenga pánico a aceptar la cruel realidad que el mundo
espera de mí: otro personaje con los sueños rotos, una pobre esperanzada
soñadora, que siente que ve sus sueños pisoteados en el suelo, destrozados y
sangrantes.
Y si mis sueños mueren, no
quedará más que el recuerdo de una posible vida, de un posible triunfo. Nada
más que recuerdos olvidados y ahogados en el tiempo.
El tiempo, como un alma libre,
persuasiva y destructiva. Admirable y asquerosa. Un alma sucia y traicionera.
Idealizado, como el perfecto compañero, en este viaje que es la vida.
Y mientras yo, esperando que el
mundo sangre por mí, lo que no he sangrado por el mundo. Deseando ver cumplir
mis anhelos, anhelando que se cumpla mi deseo. Yo, sentada, esperando una
reacción que probablemente no llegará. El dolor, el hambre y la muerte son
palabras para mí, solamente palabras. Palabras lejanas que resuenan en el fondo
de mi cabeza, pidiéndome que actúe. Pero esa reacción no llegará ahora, puede
que mañana.
Mañana, parece pronto. Pero puede
que sea demasiado tardío. El dolor y el pánico de la fría sombra de la soledad,
acechan a mi espalda. Y mientras yo, esperando a que llegue un mañana.