El arte es relativo, según para
quien sea la interpretación, porque no hablamos simplemente de arte. Hablamos
de una forma de evadirnos del mundo, de alejarnos de la vida simplemente
cerrando los ojos y dejándonos llevar. De olvidar completamente cada simple
responsabilidad, cada tembloroso problema, cada grieta en nuestra alma, cada
lágrima vacía. Cada temor, cada suspiro al cielo cargado de apatía. Cada nube
llena de tormentosos recuerdos, cada gota de lluvia que vio a nuestro corazón
caer. Todas las veces en las que nos miramos al espejo, sí, todas esas veces en
las que no queremos nada más que desaparecer.
Porque con el arte no se borra la
distancia. Porque la distancia es imborrable. Con ello simplemente se acorta el
pensamiento de la lejanía, solamente eres capaz de ser feliz, aunque sea por
unos bellos instantes. Porque vuelves a ser tú.
Así que el arte es relativo.
Porque nadie es capaz de interpretar la infinidad de melodías que con un
lamento se puede realizar, la gran cantidad de suspiros que por el aire vagan,
desamparados y sin protección, buscando cada esquina para refugiarse de la
amargura. Buscando cada oportunidad para volver a empezar. En la calle,
mientras llueven lágrimas de impotencia... cada suspiro en silencio se lamenta.
Y con arte me refiero a cada
palabra de dulzura que por tus labios palpita. Cada noche estrellada, cada
estrella que brilla en la penumbra. Me refiero a cada suave movimiento de una
sonrisa renacer, a cada tierno instante de un fuerte abrazo recordar, a cada
recuerdo de felicidad, a cada sensación de poder escapar.
Porque el arte transmite.
Transmite como el río lleva el agua, el agua de tu creatividad. Manantiales y
torrenciales de ti mismo, de tu verdadera alma, esa que al mundo no quieres
mostrar. Porque sobran las palabras. Transmite la unicidad de tus sentimientos,
la auténtica cara de tu debilidad. Transmite la pasión que por tu cuerpo corre,
corre libre y vuela. Porque dejas tu dolor volar, dejas tu propia vida en manos
de tu espíritu.

El artista es el que es capaz de
no volver atrás por un simple fallo, es ese pájaro de vivos colores, que pinta
las miradas de cariño. Ese lápiz que dibuja a los niños jugar. Ese cuerpo que
se mueve cual poema, en el que cada movimiento es una palabra, y cada nota un
verso.
El artista es aquel que ama.
