A diez mil kilómetros de su sonrisa todo parecía diferente.
Tal vez a solo unos centímetros habría resultado más fácil.
Su olor seguía despertándome de vez en cuándo, alguien con el mismo perfume que tu.
A diez mil kilómetros de tu pelo yo era la culpable de todo. De tus nudos, tus enredos, de mis llantos y mis risas nerviosas.
Tal vez en el parchís de tus lunares habría ganado yo.
A diez mil kilómetros, o incluso más, de tus labios un vacío me aplastaba el pecho, una canción deprimente me recordaba a ti. Como todo, vaya...
La noche se me hace pesada, humedezco la almohada, dónde duermo todos mis pensamientos. Todos mis tú.
Tal vez entre tus brazos sería posible calmar mi temblar.
A diez mil kilómetros de tu voz el invierno había llegado y solo se oían cañonazos.
Tal vez por pensar tanto tenía el corazón repleto de heridas.
Al fin y al cabo fui yo la que me largué, diez mil kilómetros que separaban nuestras bocas.
A diez mil kilómetros de su sonrisa fui consciente de lo mucho que te quise y me ahogo en lágrimas.
Tal vez en el pozo de tus ojos encontraría la manera de respirar bajo el agua.
A diez mil kilómetros de tu rechazo me quedé sola con un par de recuerdos.
Tendida sobre tu pecho esos recuerdos serían presente.
A tanta distancia resultó demasiado fácil entenderlo todo, cuándo desearía no entender nada, y estuve predispuesta a hacer cualquier tipo de locura, incluso más loca de las que hacía contigo.
A diez mil kilómetros de su espalda me rompí cada vez que caía en la cuenta de su ausencia.
Miedo, joder, miedo.
A diez mil kilómetros de cualquier esperanza me deshice en miedo sobre donde quedaron todas esas cosas que nunca llegamos a hacer.
Todas esas promesas.
A diez mil kilómetros tu olor seguía impregnado en mis fosas nasales y en mi ropa interior.
Irónico que llegué a odiar ese olor cuándo casi podía acariciarlo con las yemas de mis dedos.
A diez mil kilómetros de sus cicatrices desee morir, y tal vez lo hice; no fuiste mi error, joder, tal vez yo sí el tuyo.
Tal vez a solo unos centímetros habría resultado más fácil.
Su olor seguía despertándome de vez en cuándo, alguien con el mismo perfume que tu.
A diez mil kilómetros de tu pelo yo era la culpable de todo. De tus nudos, tus enredos, de mis llantos y mis risas nerviosas.
Tal vez en el parchís de tus lunares habría ganado yo.
A diez mil kilómetros, o incluso más, de tus labios un vacío me aplastaba el pecho, una canción deprimente me recordaba a ti. Como todo, vaya...
La noche se me hace pesada, humedezco la almohada, dónde duermo todos mis pensamientos. Todos mis tú.
Tal vez entre tus brazos sería posible calmar mi temblar.
A diez mil kilómetros de tu voz el invierno había llegado y solo se oían cañonazos.
Tal vez por pensar tanto tenía el corazón repleto de heridas.
Al fin y al cabo fui yo la que me largué, diez mil kilómetros que separaban nuestras bocas.
A diez mil kilómetros de su sonrisa fui consciente de lo mucho que te quise y me ahogo en lágrimas.
Tal vez en el pozo de tus ojos encontraría la manera de respirar bajo el agua.
A diez mil kilómetros de tu rechazo me quedé sola con un par de recuerdos.
Tendida sobre tu pecho esos recuerdos serían presente.
A tanta distancia resultó demasiado fácil entenderlo todo, cuándo desearía no entender nada, y estuve predispuesta a hacer cualquier tipo de locura, incluso más loca de las que hacía contigo.
A diez mil kilómetros de su espalda me rompí cada vez que caía en la cuenta de su ausencia.
Miedo, joder, miedo.
A diez mil kilómetros de cualquier esperanza me deshice en miedo sobre donde quedaron todas esas cosas que nunca llegamos a hacer.
Todas esas promesas.
A diez mil kilómetros tu olor seguía impregnado en mis fosas nasales y en mi ropa interior.
Irónico que llegué a odiar ese olor cuándo casi podía acariciarlo con las yemas de mis dedos.
A diez mil kilómetros de sus cicatrices desee morir, y tal vez lo hice; no fuiste mi error, joder, tal vez yo sí el tuyo.