Sabes lo mucho que me gusta que me estrujes,
eso de qué cuándo te acercas siento algo en mi estómago.
Que cuándo me tocas me quema el pecho,
y cuándo me besas.
Cuándo me besas me falta el aire para lanzarme al vacío,
y me sobra el cielo, para volar.
Eso de qué no quiero que me des alas,
si no me agarras la mano y me prometes que no va a doler el golpe.
Que no quiero sonrisas si no soy tu puto motivo,
ni bailes agarrados si no es a mi cintura,
eso de qué, joder, te echo de menos.
Todavía no he encontrado la manera de sonreír,
si no lo haces tú a medio centímetro.
Que todavía no he encontrado unos ojos que me enciendan tanto,
ni que apacigüen tanto, mis miedos.
Sabes lo mucho que me gusta que me cojas la mano,
que me cantes nuestra canción, al oído.
Que me jures que será nuestra, por siempre.
Que prometas, sin tener ni idea de lo que deparará el futuro.
Pero también odio cuándo sonríes, y no es por mí,
o cuándo bailas, y no es conmigo.
Que también odio verte querer a personas más que lo que podrás llegar a quererme a mí.
Pero menos de lo que yo lo hago.
Que me rompe la distancia,
tu puta manía de no querer hacerme feliz. Y mira que es fácil.
Me rompe no saber hacer poesía,
desde la rabia.
Desde esperar un mensaje tuyo, aporreando las teclas del ordenador.
Desde que es viernes, pasa de la madrugada y no puedo dormir sin tus jodidas y poco sinceras buenas noches.
Que necesito que me necesites,
que no puedo vivir con este dolor en el pecho.
Con este dolor en los labios,
porqué los besos no son tuyos.
Ni míos son, porque no los siento.
Que la música no es mía,
que la canción no es nuestra.
Y que nunca, joder, nunca vamos a bailar mientras me agarras de la cintura y me juras un para siempre.
Que no hay calor,
que estamos helados.
Que no seré yo quién te derrita,
que no seré yo quién te haga feliz.
Que no seré la nota de ninguna canción que te guste,
ni pondrás mi nombre a un verso de cualquier poeta.
Que no podré romper el ruido con besos,
ni los silencios con palabras llenas.
eso de qué cuándo te acercas siento algo en mi estómago.
Que cuándo me tocas me quema el pecho,
y cuándo me besas.
Cuándo me besas me falta el aire para lanzarme al vacío,
y me sobra el cielo, para volar.
Eso de qué no quiero que me des alas,
si no me agarras la mano y me prometes que no va a doler el golpe.
Que no quiero sonrisas si no soy tu puto motivo,
ni bailes agarrados si no es a mi cintura,
eso de qué, joder, te echo de menos.
Todavía no he encontrado la manera de sonreír,
si no lo haces tú a medio centímetro.
Que todavía no he encontrado unos ojos que me enciendan tanto,
ni que apacigüen tanto, mis miedos.
Sabes lo mucho que me gusta que me cojas la mano,
que me cantes nuestra canción, al oído.
Que me jures que será nuestra, por siempre.
Que prometas, sin tener ni idea de lo que deparará el futuro.
Pero también odio cuándo sonríes, y no es por mí,
o cuándo bailas, y no es conmigo.
Que también odio verte querer a personas más que lo que podrás llegar a quererme a mí.
Pero menos de lo que yo lo hago.
Que me rompe la distancia,
tu puta manía de no querer hacerme feliz. Y mira que es fácil.
Me rompe no saber hacer poesía,
desde la rabia.
Desde esperar un mensaje tuyo, aporreando las teclas del ordenador.
Desde que es viernes, pasa de la madrugada y no puedo dormir sin tus jodidas y poco sinceras buenas noches.
Que necesito que me necesites,
que no puedo vivir con este dolor en el pecho.
Con este dolor en los labios,
porqué los besos no son tuyos.
Ni míos son, porque no los siento.
Que la música no es mía,
que la canción no es nuestra.
Y que nunca, joder, nunca vamos a bailar mientras me agarras de la cintura y me juras un para siempre.
Que no hay calor,
que estamos helados.
Que no seré yo quién te derrita,
que no seré yo quién te haga feliz.
Que no seré la nota de ninguna canción que te guste,
ni pondrás mi nombre a un verso de cualquier poeta.
Que no podré romper el ruido con besos,
ni los silencios con palabras llenas.