Un día, de repente, sientes que
el invierno vuelve a tu vida. La sensación de frío es tan grande, te sientes
solo, sin protección, vulnerable ante cualquier desviación del camino. Sientes
que te caes con la facilidad con la que una piedra se hunde en el fondo del
océano que de tristeza inunda tu ser. Sientes tu vida desplomarse y no volver a
levantarse intentar. Confusos tus ojos buscan un posible camino hacia la luz.
Mas... esa tristeza pesa tanto... Cuando consigues ponerte en pie tras la más
dura de las caídas iniciales, son tres pasos los que necesitas para volver a
perder la noción. Vuelves a desplomarte y, todavía con más fuerza. Y en ese
momento no puedes más. No puedes más. No puedes. No.

Niegas, niegas. Mas, tal vez,
algún día te arrepientas. Te sientes como esas frágiles notas que a duras penas
se sostienen en la melodía, esas notas que agudizan sus llantos para proceder a
sollozar los suaves sonidos que a su paso dejan... y queda una sensación de
silencio en tu vida. Y te percatas de que esa ausencia, esa carencia que el
amor ha dejado en tu vida... estará ahí para siempre. Ahora los lastres de tu
pasado se quedan como la banda sonora de tu llanto, en el que te preguntas los
porqués de tu desgracia. En los que sientes, otra vez, la debilidad de un vaso
de cristal en tus cuerdas vocales cuando quieres articular palabra.
"¿No somos eternos? Era tu
promesa. ¡Lo prometiste! ¡Lo prometiste! Juraste que nunca me ibas a mentir".
Ahora te desvaneces como el calor que antes tus brazos me daban. Y te veo
desaparecer de mi corazón, y duele. Duele más que ver cómo lo destrozas, cómo
mis lágrimas no son bien recibidas en tus manos. Y me las tengo que tragar,
junto a mi orgullo. Que deja su rastro a medida que veo cómo te vas.


Antes de borrar de mi memoria
tanta sonrisa y llanto, me gustaría saber si tú realmente me quisiste querer
alguna vez. Nada cambiará ya mi melódico pensamiento. Me dicen que debo dejar
de amarte, y así debo quererlo. Tenerte era mi sueño imposible, lleno de posibilidades
de contemplarte... mas ahora... después de releerte, tu sorpresivo final de
ensueño deja de sorprenderme y de encantarme. He dejado de creer en fantasías
de sueños llenos de besos, lo he dejado porque tú me has dado la prueba de que
no vendrás. Porque te has ido... te has ido y la puerta has cerrado.