jueves, 28 de julio de 2016

Imposible (d)escribirte.

Podría empezar hablando de la expresión de tu cara cuando sonríes, el brillo en tu mirada, las arrugas de tus ojos, el rubor de tus mejillas o lo muchísimo que se te pronuncian los hoyuelos; pero sería empezar muy fuerte el texto.


Luego escribiría sobre tus caricias y la manera que tienes de erizarme la piel con cada roce de tus dedos; pero no hay palabras que puedan explicarlo.


Hablaría entonces de tu capacidad para atraerme, de cómo me quedo embobada observándote  en cualquier momento en el que te despistas; pero no puedo describir tu mirada cuando me pillas sonriendo.


Entonces me rendiría, clavaría mi índice en el retroceso y volvería a escribir sobre las tardes de verano, donde tu pecho es almohada, tus caricias refugio, y tu mirada mi casa.

(Aunque eso también sería un fracaso si tuviera que hablar del vacío que dejas en mi pecho cuando te veo marchar).




lunes, 4 de julio de 2016

Punto.

Me convence pensar que fue y estuvo para arrancarme el frío.
Y se fue cuando ya nada podía quemarme la piel.
Ahora estoy bien.
Tan bien que no me creo
que exista otro abrigo
distinto a mi sonrisa rompiendo espejos
donde antes solo me veía
con él.
Ahora doy sentido
a mi existencia.
Ahora soy trascendental.
Ahora mi propia inercia
ya no va a hacerme naufragar.
El frío es un lastre.
Se cura con chaqueta.
Pero no las de los escaparates...
Ni trajes,
ni etiquetas.
Nuevas
formas,
experiencias,
risas que arrastran
los males
y tristezas
a otros lugares.
Donde ya no pueda
verlos.
Donde ya no duelan.
Ahora me veo en otros ojos
y me veo bonita.
Me veo más guapa que nunca.
Y sigo siendo la misma.
Solo que, en vista de otros labios,
ahora estoy segura
de que soy la dueña de mi vida.

Y punto.