-Soy una pluma, un imposible,
intangible aire que exhala el corazón... soy un deseo, un alma caminante, una
fría gota de lluvia que alguna vez cayó. Soy el motivo de que respires, creída,
egocéntrica y vanidosa. Me enamoraría antes de mí que de la más hermosa de las
lunas. Nunca te prometería una estrella, teniendo mis ojos para que los mires.
Nunca te juraría otro mundo, teniendo conmigo el más puro edén. El infinito es
mi belleza, se miden mis latidos en suspiros, mis pasos valen oro y por mí
misma querrías darlo todo. Sabes que nunca decidiría mirarte si tuviera un
reflejo para contemplar, sabes que no conseguirías girarme ni con tu más ligero
sonido escuchar. Jamás conseguirás que en tus brazos me rinda, nunca caeré en
ti como tuya. Porque a nadie pertenezco y no vas a tener esa satisfacción. No
vas a conseguir que ilumine tus noches con mi sonrisa, porque no me acuerdo de
cómo hacerlo, no vas a conseguir que de mis labios salga palabra sincera, nunca
verás mi alma abrirse en torno a ti. No conocerás nunca ninguno de mis más
preciados secretos... sabes que los guardo bajo llave y los entierro. Sabes a
lo que te enfrentas. Ríndete ahora, que todavía puedes. Huye de mi destello de
vanidad, huye ahora, porque no he conseguido hechizarte. Huye y no mires atrás.
Deja que mi recuerdo prevalezca en tu interior, que inunde tu vida de color.
Déjame en tan solo un recuerdo. Déjame, por favor. No intentes jugar a mi
juego, porque yo soy el mejor jugador. Me conozco cada una de las trampas de tu
corazón. No intentes jugar, ¿no tienes miedo?
-¿Por qué iba a tener miedo? No
temo tu absoluta perfección, no temo tu forma de mirarme, no temo tu
curiosidad, no temo nada de tu linda sonrisa. No tengo miedo de cuántas veces
puedas odiarme, no tengo miedo de que no intentes siquiera quererme.
-Sabes que lo intentaría. No
podría jamás decirte que al más remoto lugar iría con tal de volver a verte. No
podría porque vivo de mí misma enamorada. Es la más frágil condena y la más
dura encarcelación.
Le tomó la mano mientras le
sonreía con seguridad. Ella bajó la mirada en busca de su misma protección.
-Acabaría por destrozarte.
Acarició su mentón con suavidad.
Provocó que ella subiera la mirada, provocó ese auténtico choque de miradas que
la incertidumbre en ella despertó. Sus miradas se dibujaban como temerosas e
inseguras, no queriendo que sucediera lo inevitable, no queriendo evitar lo que
pronto iba a suceder. No queriendo en sus vidas por fin encontrarse. No
queriendo jamás volver a mirarse, no pudiendo vivir sin tocarse. Sintiendo la
música de sus corazones, gritando al compás de un mismo son.
-Yo te quiero.
-Deberías olvidar esa idea.
Deberías ignorar mi existencia. Deberías dejarme volar.
-Te quiero.-repitió.
Pronto ella de todo se olvidó.
Pronto consiguió volverlo a amar. Pronto ante él se dejó caer. Pronto todo
volvió a comenzar.