Y tanto de tu piel acariciar,
tus sentidos despertar en cada roce,
que cómo barco de vela en un mar eterno,
escalé por las colinas de tu espalda,
hasta llegar a tu pelo,
y de admirarla en tu piel me torné,
y dejé de ser humano,
que ama y es amado,
a ser aquel que aguanta,
que ames y no sea a mí,
que tu espalda sea la colina que otro escale,
mientras soy la piel de la que él barre,
las huellas de mis dedos.