Ese balcón donde sus perdidos
sueños hallaba. Ella pasaba atardeceres hasta que la noche pereciera en merced
de los días mirando, apoyada contra la balaustrada. Escrutando con detalle
aquellas vistas que con tanto ímpetu trataron de convencer a su sentido de la
realidad. Sin querer evitarlo, pasaba horas muertas mirando y reflexionando
sobre el destino de sus palabras, la elección del caminante verbal que a sus
frases conducía.
Quizás podía pensar que las
palabras se las lleva el viento, si el dirigente de ellas era un ave que volaba
sin fiel destino adonde quiera que llegasen sus alas batiendo. El peligro de
este digno orientador eran las manos en las que las palabras pudieran encontrar
dueño... en ocasiones es tan fuerte el deseo, tan fuerte la dicha, tan fuerte
el miedo...
O tal vez creía que las palabras
que duelen se quedan ancladas al suelo hasta que el peso de la culpa consigue
llevárselas. Puede que ese sea el problema de hablar siempre en hipótesis y
nunca con tono sincero, puede que sea la raíz cuyo radical ha derivado en estos
tiempos. Puede que sea la edad con la que te planteas toda la vida en un solo
segundo.. simplemente por unas palabras que se han anclado al suelo.
En ese balcón donde los llantos
afloraban y lastimaban, donde los sueños se hallaban pero no se cumplían. En
ese balcón donde con ansia miraba su
entorno al que ella el nombre de hogar le había dado. Ese lugar donde era libre
para poder dormir sin soñar, donde podía soñar sin dormir, descansar un poco de
todo y todo un poco descansaba... en ese lugar donde la vida era el Cielo y las
promesas infierno.
Ese lugar donde la vida era
ilusión imaginativa, todo falsas esperanzas, todo mentira... ese lugar donde la
vida era sueño... y los sueños, sueños son.
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