martes, 17 de junio de 2014

Ashtrays and Heartbreaks


Encendía su pitillo contrastando con la luz de la oscuridad, la suave brisa de un viento sin procedencia hacía acto de presencia en su cabello, ya blanquecinos después de haber recorrido un gran camino dificultoso... decidió encerrarse y consumirse como la ceniza que iba liberando de aquel cigarro, se perdía mientras con suspiros tormentosos conseguía imaginar algún que otro macabro pensamiento.

A cada bocanada de aire que decidía de vez en cuando tomar parecía liberarse un poco más de aquel cuerpo al que el destino había decidido encadenarlo. Atrapado en un mundo donde el único amor que había logrado adivinar había sido el de la piedad y misericordia. Ni siquiera pudo en ningún momento de su vida conseguir siquiera describir un sentimiento de cariño.

Ahora respiraba entrecortadamente a pasos agigantados mientras miraba con sus pequeños ojos aquella pared de ladrillo que tan tristemente se dibujaba desde la más remota negrura nocturna.

Aquella luz anaranjada del fuego que con pequeñas chispas se apagaba lentamente, aquella luz que él veía en el suelo de mármol desgastado por el paso del tiempo. Desgastado y agrietado. Un reflejo perfecto de su ya viejo corazón.

Comprendió que la inocencia es para la infancia más libre, sin embargo la más pura inocencia se resume en un pensamiento adulto. La base del conocimiento es aquella capacidad inagotable, aquellos ojos escintilantes que brillan cual estrellas en las noches que pasan despiertos. Durante los días más puros de aquella inocencia falsa que se resumen en unos sentimientos tenebrosos de cristal.

Comprendió entonces por qué los niños quieren mirar bajo sus camas, buscando la posibilidad de perderse, de encontrar el miedo y hacerle frente. Porque el miedo externo no es rival para aquel que es provocado por un ente interior. Quizás es por eso por lo que nos asustamos cuando nos miramos al espejo... quizás hallemos dentro de nosotros aquella fuerza necesaria para romper la inocencia más pura e infantil... quizás todavía se encuentre tras nuestra máscara de apariencias... quizás el miedo procedía de nuestras almas más internas que pretendían salir de nosotros. Voces que luchaban por perderse y desintegrarse con el viento... igual que la ceniza que desprendía aquel pitillo que por última vez encendió.



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