Aprendí una valiosa lección de vida; un par de lágrimas no llegarán para regar esa planta. Dos gotas de sudor, el mínimo esfuerzo, no harán brotar preciosas flores.
Descubrí en la soledad, la fuente de la inspiración. El la variedad, la personalidad. En la tristeza, una nueva canción. Una balada.
Supe buscar entre los ojos más desgraciados, un ápice de felicidad. Un brote de donde pude hacer emanar la alegría que necesitábamos.
Estuve sola; mil y una noche. Desconsolada. Intentando calmar el frío de mi alma con estúpidas mantas. Nadie acudió a mí. Pasé el resto de mis días entre llamas. Dejando que el fuego pudriera mis esperanzas.
Icé un millón de velas con la ilusión de poder mover mi barco por la acción del viento. Me quedé más sola aún. Con mis lamentos. Con mis suspiros descontentos.
Y como una ola que no aguanta más, cansada tras recorrer un largo camino, allí rompí. Dejando que mi espuma blanca de te llenase de melancolía, de añoranza, de un sentimiento de culpa, de un imparable. De una enfermedad que se extiende por tu cuerpo, y ni la más melodiosa risa puede disiparlo.
Pero ni aún así derramaste lágrimas.
No tuviste la entereza de echar tu orgullo por la borda. De barajar las opciones y sin mas remedio romper a llorar. No como un cobarde, no, sino como un valiente que por fin saca sus sentimientos a la luz.
En fin, soy ese nuevo amanecer, que empieza y luego termina. Sin causar la más mínima reacción. Sin inspirar a la más bella canción.
Fui una página más. En esas 365 que constituyeron tu libro.
Una nota más en la melodía eterna de la vida.
"Pinté en el cielo suave azul, a su alrededor dibujé mil nubes. Pero ese fue mi fallo; con ellas vino la tormenta. El dolor, los truenos. Pensándolo mejor; no fue ningún error. Porque ahora que recuerdo, más tarde vino la calma. Sufrir para ser feliz."
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¡Precioso! Muy original.
ResponderEliminarMil gracias*-*
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