Yo era un lienzo en blanco
y tú la tinta
que me acariciaba
los puntos y las comas,
dando lugar a cientos de versos,
donde jurabas
amor eterno a tu musa.
La lluvia de abril
golpeaba los cristales,
mientras tú y yo,
escribíamos
el mejor de los poemas.
En la calle,
todavía era invierno;
en nosotros,
florecía la primavera.
Bailábamos despreocupados,
haciendo de arte y vida
un solo ser,
que nos miraba
incrédulo
de que alguien
pudiese hacer algo así
sobre el papel.
¡Preciosísimo! Y qué secretos nos ocultan las hojas de papel antes de ser escritas...
ResponderEliminar¡Me alegro de que te gustase! Una hola en blanco esconde millones de posibilidades, nosotras también.
EliminarEs precioso!
ResponderEliminar¡Gracias!
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