No tengo nada.
Nada más allá de lo que soy,
y lo que puedo darte.
Ni piel,
ni los pliegues de mis párpados.
Ni suspiros
pegados a tu cuello,
ni la voz de Sabina,
o de Serrat.
Ni las letras
de Supersubmarina,
Ni la poesía de Pedro Salinas.
Ni siquiera podría darte
el desamor de Bécquer;
ni rimas,
ni leyendas.
Ni 19 días
ni 500 noches
me llegan para dejarte caer
a mi espalda.
Así que no me pidas
que te lleve a quemar Gran Vía,
-pongamos que hablo de Madrid-
o a destrozarla
colgado de mis cuerdas vocales.
Porque quizás me encuentres
recitando algo
que haya podido ser
o servir
como luz.
No me pidas que me quede
a sujetarte
mientras me abrasa
el resplandor de los semáforos.
Si tus pupilas tiemblan
a la vez que lo hace la noche...
me quedo a mirarlas.
Si respiras al compás
al que el viento suspira...
me quedo a escucharte.
Que no hay mentira
más grande
que la de tus manos
sin deshacerse
entre las mías.
Que no hay lamento
más largo
que no tener razón
para amar sin razón.
No sé si te debo la voz
pero te debo este desastre...
que soy yo.
Qué es esto de estar despierta a las 5:42, hay que estar dormida a esas horas
ResponderEliminarLa hora de subida no coincide con la hora española. ¡Eran las dos de la tarde cuando la subí!
EliminarEs encantador, sobre todo la parte del principio, cuando mencionas a todos los personajes que, al fin y al cabo, son autores.
ResponderEliminar¡¡Gracias!! Es mi parte favorita también...
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