En su frasco de apariencias se
hallaban una sonrisa, un abrazo y una lágrima. Tirada encima de la cama con
otro par de sueños rotos, jugueteaba con sus finos dedos con un trozo de la
sábana que del techo había colgado para poder ascender hasta el cielo que ella
misma había construido. Su pelo descansaba sobre la suave almohada llena de
recuerdos, ella miraba hacia arriba sin saber muy bien qué estaba buscando.
Parece una metáfora como cualquier otra, mas su mirada perdida delataba a su propio
ser encarcelado por el peso del orgullo que caía con prepotencia bajo la
escucha atenta de su mismo corazón.
Es difícil explicar lo que yo
veía. Es difícil.
Ella dejaba escapar algún que
otro suspiro de cansancio, sin nadie que pudiera escuchar su lamento. Ante tan
imperceptible muestra de sufrimiento en su simple belleza no fui quien de reaccionar.
Ni siquiera se incorporó para
darse cuenta de que yo estaba allí, observándola, como siempre lo hacía. Harta
de todo dejó caer su brazo con suavidad y, en un gesto de desidia, indicó con
sus ojos que no podía más.
Esbozó una amarga sonrisa con sus
preciosos dientes que iluminaron en la oscuridad en la que yo había sumido mi
corazón. Extrañaba la forma en la que ella decía mi nombre. Realmente,
extrañaba todo de ella.
Ahora estaba allí, dándose cuenta
de mi presencia, sintiendo mi alma junto a la suya. Encontrando complicidad en
su ser incorpóreo, intangible no pude reprimir mi felicidad exuberante. Sin
embargo, no era lo mismo que antes.
Allí estaba. Allí estaba y yo no
lo vi. Nunca me di cuenta, nunca quise ver aquello que realmente pasaba,
aquello que nadie debía saber.
"A mis ojos todo son
falsedades. Nada es posible sin la atenta mirada de mí misma. Ellos decían que
de mí misma debía enamorarme antes de comenzar a vivir de veras. Ellos decía,
yo decidí escucharlos, escucharles esas palabras llenas de promesas que de sus
labios salían.
No es fácil ser yo. No es fácil.
A veces sufro por todo, otras veces, sufro por no pasarlo mal. Porque no se
puede vivir mientras vives siendo el ojo del huracán. Todos esperan algo de ti,
y es tan duro decepcionar buscando el éxito. Estoy agotada de ser siempre la
que debe caminar ante todos para que a puedan observar. Cansada de ser el modelo
que todos pretenden emular. Ellos, los que me prometieron ese mundo plagado de
vida, ellos son la causa de mi mayor desgracia, debo moverme a su son.
Una belleza idealizada, ser como
todos quieren que seas, alcanzar la más absoluta de las perfecciones, tal vez
que te consideren un ángel caído. A veces me pregunto por qué muchos no pueden
ser así. Al fin y al cabo, ¿la perfección existe?
Me juraron que no existía, que
nunca iba a ser capaz de acercarme a semejante rayo de luz que es ser un ideal.
¿Es triste sentirse vacío cuando todos ven en ti aquello que buscan? ¿Está el
mundo lleno de héroes...? Héroes ciegos que buscan su sitio. Yo mientras tanto
sigo cumpliendo sueños ajenos.
Sé que estás aquí. Sé que puedes
verme. Me sientes y yo te siento en mi alma. No soy capaz de continuar con
esto. ¿Quién sabe si mañana aguantaré en la primera línea de batalla? Detrás
son todo envidias tras falsos seres. No merezco la vida que me han dado. No
merezco ser así.
Tampoco merezco ser así
observada. Para mí no es fácil. Estoy sometida a demasiada presión, estoy
luchando en una guerra que no me incumbe, estoy cargando con una cruz que no es
la mía. Sigo cumpliendo sueños ajenos.
Nadie ha pensado que nunca me
pude escoger. No puedo cambiar, por mucho que lo intente. No me hagáis llorar
así. No sabéis lo que duele. Duele más que nada, aunque no os lo creáis. Ser
alguien odiado por un motivo excusado de culpa. No hay culpable, no hay acusado
y tampoco testigos.
Simplemente soy yo. He llegado a
odiarme por ser quien soy. He llegado a odiarme. Y sigo cumpliendo sueños
ajenos".
Tras verla hablarme a través de
su mirada, noté en sus ojos el palpitante dolor. Tras verla me pregunté si se
podía sentir culpabilidad e impotencia al mismo tiempo. Me di cuente de que en
realidad, después de haber vivido tanto, ni siquiera sabía lo que dolía serlo
todo.
La dejé llorando como todas las
noches. Sintiendo no poder llegar a tocarla para calmar su sufrimiento. Eso era
lo que más añoraba. Yo seguía mirándola como aquella niña que algún día llegué
a sostener en mi regazo.
Las lágrimas se asoman a mis ojos
mientras veo caer sus propias batallas sobre su colchón. Y siento que yo
tampoco puedo seguir cumpliendo sueños ajenos.
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