A pesar de todo, de todos, de los
vacíos, de los momentos de éxtasis, de derrumbamiento, de gloria, de
sufrimiento... a pesar de todo sigo viendo lo mismo. A pesar del tiempo, del
aire, de nuestro movimiento, de nuestros viajes, nuestras huidas y nuestros
recuerdos... la esencia sigue siendo un todo, la sigo compartiendo. Porque nada
cambia, y nada vuelve. Nada sigue, nada muere.
Sigo viendo que cometemos los
mismos errores de siempre, sigo sintiendo dolor cuando veo que lloráis, sigo
derramando alguna lágrima cuando os veo caer, sigo decepcionándome cada vez que
me busco, me busco y no me encuentro. Me pierdo y me desoriento, me miro... no
me veo. No me reconozco entre las sombras, no consigo descubrirme a mí misma y
espero y cuando espero desespero intentando buscar un resto de mi antigüedad...
me echo de menos a mí misma, he llegado a sufrir por mi ausencia. Sentir por la
noche mi cama vacía porque se ha ido mi inocencia. No sé si estoy asustada, no
sé si tengo miedo, no sé muy bien qué quiero... no sé. Yo ya no sé nada.
Pienso en el número de veces que,
en mi vida, habré pensado en el futuro. Deseando que mi presente se terminara
para alcanzar mis sueños. Porque he llegado a tocarlos, a sentirlos realizarse.
Pero no he sido lo suficientemente valiente para perseguir muchos de ellos.
Ahora me veo sola, porque no soy siquiera capaz de a mí misma aguantarme. Los
nervios se traicionan y mi infancia se marchó para no volver. Decidí conocer
los planes del destino y me fui a buscarlo. No supe que cuando me fui a buscar
allí lo perdí todo. Empeñada por saber,
por el ansia de conocer y no conocer límites del conocimiento, la sed de las
ideas e deseos. Una gran lista en mi mente que llegó a cambiar la información
que tenía escrita en la frente. Llegué a cambiar mi propio ser por llegar a
alcanzar un ente que ni siquiera mi felicidad consigue llenar. Emprendí mi
propio viaje, cogí velocidad para volar y me estrellé contra el suelo de la
fría realidad. Y nunca sentí tanto dolor en una caída, nunca fue tan difícil
reponerme. En esa caída fue cuando comencé a sentir esa falta dentro de mí.
Comencé a añorarme, a fantasear con que me desprendía de mí.
El destino ya lo conocía, estaba
viviendo cada día a su lado, lo cambié por desafiar al mundo, algo que nunca
debí haber comenzado... ahora me arrepiento y lloro, con la soledad con la que
lo hace un niño desconsolado. Sin más abrazo que el del frío suelo... el frío
suelo del fracaso.
No contenta con la vida que
obligué a desafiarme, decidí sufrir por mi pasado. Me paré a rememorar en lugar
de escribir otro recuerdo.
Por eso sigo viendo lo mismo,
vivo anclada a un pasado triste y emborronado
. Me pregunto si algún día lograré vivir de nuevo. Aunque solo sea de vez en cuando.
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