"Primera fila ante la muerte
que se levanta poderosa. Es como una sensación de viento, viento gélido. Quizás
la sentí como una película; escuchaba las bombas caer de fondo, al horizonte
una línea de colores confusos, a contraluz, comenzaba un baile que me recordaba
a una de mis peores pesadillas. No obstante, no sentí miedo. Tenía frío, mucho
frío. Notaba cómo la sangre se me iba congelando a medida que me costaba cada
vez más respirar, las voces que escuchaba como una suave melodía iban
tornándose en aullidos desgarradores, mi mente no era capaz de reconstruir las
palabras que conseguían adivinarse. Sabía que había alguien al otro lado,
alguien que no quería que me fuese.
Por dentro era más dura. Mi ser,
atado a cuatro cuerdas que dos ángeles negros sostenían, tentaba liberarse de
ellas para correr a la puerta que suspiraba a gritos <<libertad>>. Me
veía atada, como en una experiencia extracorpórea, me veía. Nadie llegará a
sentir jamás esa impotencia de no poder hacer nada, ni siquiera gritar para
romper con mi voz las lazos que me ataban a permanecer en aquel mundo, donde
nada tenía que ver con la muerte ni con la vida. Nada tenía sentido pues eran
dos lugares unidos en su totalidad y su complejidad. A un lado se escuchaban
leves sonidos que indicaban que mi cuerpo seguía allí, en el fondo, una parte
de mí también, al otro lado solo se escuchaba silencio.
Nadie tuvo la posibilidad alguna
de elegir qué camino tomar. Normalmente el destino ya viene en la palma de
nuestra mano, escrito con la sangre de nuestros antecesores. Nos han dejado el
camino. Nuestra vida es suya, nosotros no poseemos nada. Siempre estaremos
marcados por sus huellas en la eternidad, desde donde ahora nos observan. ¿Me
consideré afortunado? Sumido en la perplejidad de aquel mal sueño del que me
estaba costando mucho despertar estaba y nada en mí salía para poderme ayudar.
Debí darme cuenta, cuando entre
pensamiento y pensamiento, una lágrima aterrizó en aquel suelo impoluto,
perfecto, terrorífico. Jamás sería capaz de describir todos los sentimientos
que provocaba en mí aquella estancia entre la vida y la muerte. Jamás podré
repetir con exactitud todo aquellos que padecí. Jamás sin que me tiemblen los
labios, jamás hasta que no vuelva yo a estar muerto. Jamás.
Cuando quise, quise y pude. No
tenía razones para regresar a la vida. No merecía la vida existir. Injusta
traidora maldita ladrona de esperanzas. No debería la vida vivir. Todavía no sé
por qué lo hice pero me encaminé hacia la luz. Me daba igual la cantidad de
lágrimas que por mí pudieran derramarse. Ya arrojé muchas por el mundo, no fui
correspondido, ¿y qué? Pensé. ¿Y qué?"
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